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Agosto

KOLDO UNCETA Ocurre siempre en agosto. Tras meses de agitada vida política, el país se sumerge en un letargo del que no despertará hasta que las páginas del calendario marquen el primer día de septiembre. Entonces, todo vuelve a su sitio y, de pronto, la olla comienza a bullir de nuevo. Los periódicos, tras varias semanas de apariencia anoréxica, recuperan todo su esplendor. Las tertulias de las emisoras de radio vuelven a dar cuenta de los dimes y diretes de la vida política. El telón se levanta de nuevo y el país comienza a vivir la cotidianidad. La historia se repite año a año y, sin embargo, cada vez me produce la misma fascinación. Diríase que la vida mediática gira en torno a tres grandes grupos de protagonistas. Por un lado están los políticos y todo lo que les rodea. Por otra parte, los futbolistas y su entorno. Y por último los profesionales de los medios de comunicación. Los primeros, en su mayoría, buscan durante el estío unos días de descanso. Algunos de ellos suelen aprovechar la ocasión para convencernos de que son de carne y hueso, fotografiándose mientras acarician un perrito, comen un helado, o se dan un baño de mar. Pero los más pasan afortunadamente desapercibidos en su intimidad veraniega, librándonos de su omnipresencia durante unos pocos días. Los futbolistas, ya se sabe, dedican el mes de agosto a entrenar y prepararse para volver al tajo con la llegada del otoño. Aunque nos atiborren de insufribles partidos veraniegos, la cosa no da para mucho, y ello nos libra de su proverbial locuacidad durante un tiempo. Y algo parecido ocurre con esos personajes cuasi de ficción que son los presidentes de los clubs, los cuales se retiran por un tiempo de la circulación, haciéndonos más amable la existencia al resto de los mortales. Los profesionales de los medios, por último, aprovechan estos días para descansar y tomar aliento. Y aunque siempre hay quien se tiene que quedar de guardia, la ausencia de muchos de ellos se refleja en el formato de los periódicos y de los programas audiovisuales. Sin embargo, la vida continúa. Las obras en las carreteras siguen su curso, las minas siguen produciendo, los artículos siguen llegando a las tiendas para ser comprados. Muchos toman también sus vacaciones, pero lo hacen por turnos y su ausencia es menos notoria. ¿Cuál es la gran diferencia? Probablemente el quid de la cuestión no haya que buscarlo en los actos de las personas, sino en las palabras. Lo que ocurre es que una parte importante de las noticias que estamos acostumbrados a leer u oír no tienen tanto que ver con hechos ocurridos, sino con expresión de opiniones. Algo sucedido en la vida política en una fecha determinada puede dar lugar a una o dos semanas de declaraciones, las cuales serán seguidas de largas polémicas basadas en ellas, que pueden durar varias semanas más. Un partido de fútbol jugado el domingo no sólo dará lugar a un relato del mismo, sino fundamentalmente a una cadena de juicios y pareceres sobre tal evento, que enlazarán con otra retahila de declaraciones acerca del siguiente partido, ocupando así el espacio informativo semana tras semana. En agosto, sin embargo, este enorme caudal de manifestaciones verbales tiende a disminuir, haciendo que las noticias -buenas o malas- lleguen hasta nosotros desprovistas de otros aditamentos, siendo sustituidas al día siguiente por el relato de nuevos acontecimientos. Lo cual demuestra que el país puede funcionar sin tanta polémica vacía, sobre declaraciones también vacías, muchas de las cuales sólo se realizan para atraer la atención de la opinión pública a través de los medios, y de paso dar la vara al personal.

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