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FESTEJOS

Las fiestas de la Paloma mezclan el rito religioso con la celebración pagana

Se puede ir a misa y repicar o recorrer iglesias para quitarse sequedades con alguna copita de valdepeñas. Igual que se puede bailar a los sones de una orquesta con nombre tan clásico como el de Copacabana o participar en una carrera de camareros. Todo ello, en las fiestas de la Paloma. Pero la auténtica fiesta empieza cuando ya el sol se ha puesto. Al margen del programa oficial, la celebración tiene más de ofrenda al dios Baco, a la alegría y al desenfado que de rito religioso. "Que todo sea por la tradición", dice un setentón mientras contempla la camiseta, de calavera y dead, de un joven con precioso pelo azul eléctrico. Porque ésa es otra: "Caber, cabe aquí todo el mundo, pollo".

La noche es la noche, pero tampoco eso quiere decir que durante el día no haya actividades. Las hay. Por ejemplo: hay chocolatadas y campeonatos de mus, deporte éste de gran raigambre. El mus no se juega, dicen los entendidos. Es un arte. Y aquí todos son maestros del juego de cartas más intelectual del mundo.A partir de hoy, la verdad es que casi todo va por la tarde. Las mañanas son para dormir la resaca de la noche anterior. O para tomar un vermú en Casa Tomás (si no estuviera cerrado) o unas gambas en La Paloma, o un vaso en el Almacén de Vinos, en la calle de Calatrava. O en el Once, de Dani, en la misma acera. Dicen que tiene el mejor embutido de la calle, que es como decir el mejor del mundo mundial. O en Muñiz, que da una sangría de morir. O, ya puestos, en La Emilia, donde Ana reparte sonrisas, vermú y cerveza a partes iguales.

Éste es uno de los dos barrios -el otro es Vallecas- donde todavía se mantiene la institución de la copita. La copita cuesta entre 30 y 35 pesetas. Así que, ¿quién no se siente lo suficiente rumboso como para invitar por algo más de cuarenta duros a toda la barra? Eso se puede hacer en Malacatín, en la calle de la Ruda. Y en el Once y en El Ribero, calle de Mediodía Grande, que, además, tiene la mejor carne a la madrileña de España. En El Ribero hay cocido todo el año. Igual que en la Taberna de J. Blanco. No es el de Lhardy ni el de Malacatín, pero es más barato. En Blanco, el personal le ofrecerá, además, un rabo de toro y callos de llorar.

Por la mañana se puede ir a muchos sitios. Un suponer, al Humi y al Xentes, en la calle Humilladero, si se quiere comida gallega y conversación de Salva. O tomar sencillamente un vaso de ribeiro. Y, si de gallego se trata, tampoco pasa nada por ir a El Roncal, en la calle de Toledo. Su pulpo y sus cachelos tienen fama, pero pocos conocen la excelencia de su tomate con ajo y aceite.

Botellas de ribeiro, las del bar de la calle Las Aguas. Pero en este barrio está representada toda España. Los productos de El Bierzo tienen su hueco en el Encinar de El Bierzo; Salamanca, en El Tormes, y Asturias en el Aviseu y la Copita Asturiana. Si después de comer se quiere el mejor café del mundo -aquí todo es lo mejor-, hay que ir al Colima, en la calle de Toledo, al lado de Casa Domingo.

Pero que no todo sean vinos. Por la mañana, según los programas, algo puede hacerse. Mañana, tempranito, pero no demasiado, a las diez y media, hay un campeonato de rana en la calle Bastero. Y pasado mañana, a las once, una chocolatada infantil. Lo patrocina el Bar San Juan.

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Las fiestas empezaron el 24 de julio. Se juntan tres: san Cayetano, san Lorenzo y la Paloma. Pero, sin desmerecer a santo alguno, que todos tienen sus virtudes, méritos y hasta milagros, hay que reconocer que la Paloma se lleva a todos de calle. Y nunca mejor dicho.

A la calle se salen los bares. Todos se sitúan en el arroyo para atraer a unos clientes que necesitan poco para dejarse seducir. Ya con la fresca, uno puede ir a tomar algo a Xista, en la calle Calatrava. Manolo, previsor, ha puesto una Virgen de la Paloma absolviendo a todo el que se pare bajo ella de tan alcohólico pecado... Casi enfrente, La Clave, una auténtica institución en el barrio. Mercedes siempre antepondrá la rentabilidad humana a la económica. Igual que hace Ángela, en su galería-bar de la calle de San Isidro.

Y una vez que se ha tomado una cerveza en Eugenio, en la calle de la Paloma, o en el mesón del mismo nombre, o unos pasteles en la pastelería La Paloma, en Calatrava, hay que ir a alimentar el espíritu. Hoy, por ejemplo, se puede ver el concurso de chotis y pasadobles (22.00) y, luego, irse a bailar con la orquesta Copacabana o con Dragos. Y mañana hay más bailes y concursos. Hasta algún concurso de poesía castiza (el día 14, 21.30).

El día 15, lo más importante es la Virgen. Se le hacen ofrendas florales, misa solemne y se la baja de su altar como si estuviera amenazada por un incendio: el glorioso cuerpo de bomberos la deposita en las manos del clero para que a las ocho de la tarde se puede llevar a cabo la procesión.

De música, casi todo castizo. Las "actuaciones estelares", que dice el papel del Ayuntamiento, van por Olga Ramos y Olga María -el día 15-, Mari Pepa de Chamberí -el 16-, Eva y su Madrid -el día 13-, Karina -el 14-. Y así. Lo más moderno, Antonio Vega -día 15- y Manolín el Médico de la Salsa -el 14-. Todas a eso de las diez de la noche. Se contó con La Cabra Mecánica -actuó el día 10-, pero no con La Banda sin Nombre, y eso que son vecinos del barrio. Nadie es profeta en su tierra.

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