Cerveza en José Luis
Aquí, en este bar y en agosto, cerca de la madrugada, acaba por ley natural un cuento muy triste que escribió Ignacio Aldecoa y con el que Mario Camus filmó una película más triste todavía. Los pájaros de Baden-Baden se llamaba el conjunto, asociándolo a una frase misteriosa que se dicen por Madrid uno a otro los maridos, "Madrid y en agosto..., ¡Baden-Baden, chaval!", himno, ilusión y aliento del remoto Rodríguez ibérico. Éste es un bar eficaz y leal como un perro. A partir de la medianoche, hombres y mujeres solos toman su escueto lugar en la barra, piden media de pimientos de Padrón, dos pinchos de merluza, una caña y un café descafeinado, comen, beben y pagan, mientras los admirables camareros eligen con sumo acierto qué palabra dirigirles. Luego, los clientes se limpian los labios muy despacio, suben los cuatro escalones y echan a caminar bajo la luz húmeda de los faroles. Felicidad, que acaba de entrar sedienta, cierra los ojos mientras el primer trago rebota en su estómago. Ya no hay ninguna necesidad de nada.
Cervecería José Luis. Diagonal, 520. Barcelona.
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