_
_
_
_
Tribuna:VERANO 98
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Patria

DE PASADAEl presidente del club de baloncesto local, Carlos Marsá -el hombre que ha alimentado su carrera de gestor deportivo con huelgas de hambre-, amenazó con llamar al equipo Marbella o, mejor, añadir Marbella, como un remoquete, al nombre titular de Granada. Marsá quizá esperaba una rebelión de quienes consideran el polideportivo del Zaidín una de sus patrias, pero lo cierto es que, a pesar de la insistencia del presidente en repetir que Granada se aliaría con otra ciudad forastera, no hubo nada. "¿Dónde están los Viriatos de hoy?", se debió preguntar consternado. Los únicos insurgentes fueron los comentaristas deportivos que subrayaron la paradoja de que, a falta la de un patrocinador de Granada -tras la retirada de la estación invernal de Sierra Nevada y la cadena de supermercados Covirán-, el equipo tuviera que agregar al suyo el nombre de una patria postiza, y no una patria cualquiera sino una muy particular, aquella que destila el aroma peculiar de su dueño, Jesús Gil: olor a dinero, a lujo nocturno y a sobaquina de gangster huido. Pero el baloncesto es uno de los pocos deportes que no construye patrias: un año lleva el nombre de un flan, otro el de un supermercado y a la temporada siguiente el de una estación de montaña. Tanta volubilidad aniquila el sentido del honor geográfico. Los cambios constante equivalen a deportaciones temporales y, además, una ciudad de interior en agosto carece de defensas: yace adormilada, sometida a la invasión de los turistas que la cercan cotidianamente, armados de cámaras fotográficas, chanclos con suelas de corcho y mazos de tarjetas postales. Con la ciudad entregada a los forasteros, y con las comprensibles ausencias de los vigilantes de las substancias fundamentales, ¿a quién importa que una escuadra de jugadores en camiseta de tirantes, los mejores de ellos extranjeros, adopten dos gentilicios, el propio y el agregado? Si buscan casticismo que recurran a Esteban Sánchez, el Santón de Baza, que patrocinó hace años un equipo de fútbol. Sánchez regenta la clínica de curación por imposición de manos más próspera de la provincia y posiblemente la primera industria de aquella comarca. Sánchez sacó hace pocos días su procesión, con sus beatas y sus cánticos y no ocurrió nada lamentable. El primer año, después de encerrar los santos, murió en Motril el rey Balduino de Bélgica.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_