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El parque geológico de Chera

En la carretera que enlaza Villar del Arzobispo con Requena se encuentran dos pequeñas poblaciones relacionadas con afluentes del Túria. Tocando las estribaciones de la sierra de Enmedio, aparece primero el núcleo urbano de Sot de Chera, que en su barrio alto todavía conserva unas galerías subterráneas donde aparecieron restos de cerámica tradicional. Luego, a pocos kilómetros, se encuentra Chera, pueblo que tomó el nombre toponímico de su viejo castillo. Esta ruta comparte con Chulilla la monumentalidad del paisaje y una espléndida estructura geológica. Su relieve despierta una evidente curiosidad en el viajero. Es un terreno muy escarpado, que retoma un aire más apacible en valles como el de Sot de Chera donde la vida y la actividad productiva se pueden desarrollar sin intervenciones heróicas. La torre cuadrangular situada en el cerro del pueblo pertenece al antiguo castillo musulmán, desde donde se controlaba cualquier incidencia que aconteciera en el valle. El agua es muy abundante. Por ello no debe sorprender al visitante que contempla el valle desde la ermita de San Roque, que el naranjo se cultive entre los picos de esta sierra con los mismos resultados productivos que se alcanzan en las extensiones citrícolas del litoral valenciano. La flor del azahar comparte aromas con la flor del almendro y los frutos del viñedo y olivo. La siguiente parada corresponde a Chera y el pantano del Buseo, que recibe sus aguas del río Reatillo. A 20 kilómetros de Requena, se sitúa en una fosa tectónica terciaria, entre materiales pertenecientes a los períodos Terciario y Secundario. No es gratuito estas alusiones a nuestro pasado orográfico porque este municipio, en los últimos años, promueve como recurso turístico singular la señalización de un parque temático apoyado en la riqueza geológica de la zona. La excelente exposición de estructuras geológicas de grandes dimensiones permite ilustrar la evolución de la fosa tectónica de Chera, como parte singular de los plegamientos del Sistema Ibérico. La Fosa de Chera, con una antigüedad estimada en 30 millones de años, es una depresión limitada por dos sistemas de fallas con un desplazamiento mínimo de medio kilómetro en vertical. Estas fallas cortan los materiales cretácicos de origen marino, que afloran en la Sierra de Enmedio y el Macizo del Ropé. Los geólogos describen esta zona como parte de un mar que penetraba desde el actual Mediterráneo hacia el interior peninsular siguiendo el trazado del actual Sistema Ibérico. Al desplazarse la península hacia Eurasia y plegarse los Pirineos, se formó este valle intramontañoso en el que estuvo emplazado un lago. El pantano de Buseo, situado a 4 kilómetros del centro urbano, aprovechó en cierto modo esta configuración geológica cuando se decidió proceder a su construcción a principios del siglo XX para mejorar el sistema de riegos de la huerta de Valencia. Es un paraje aislado que posee una zona de acampada reglada y que se incluye en los diversos caminos de senderismo que enlazan las innumerables fuentes del municipio. El pantano recibe las aguas del río Reatillo y de los abundantes manantiales que nacen en el interior del angosto Barranco de la Hoz, donde se levanta el llamado Risco del Fraile. Desde un punto de vista de obra de ingeniería civil llama la atención de la ordenación arquitectónica aplicada al pantano para poder embalsar hasta ocho millones de metros cúbicos de agua aprovechando las cotas sinuosas de su entorno físico. En realidad fue una obra muy avanzada para la época en que se construyó. Es uno de los pantanos más antiguos de la Comunidad Valenciana. Ahora comparte esfuerzos hidraúlicos con otros embalses construidos posteriormente en la cuenca del Túria , y que sugieren también interesantes desplazamientos en esta excursión en torno a Chulilla. El más cercano es el embalse de Loriguilla, cuya construcción supuso la desaparición de un pueblo, y un poco más arriba el de Benagéber, que en épocas pasadas ha recibido también los nombres de Blasco Ibañez y Generalísimo.

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