Búcaro: la imagen de la cosa
Dame el búcaro, que me muero de sed. Así empiezan unas populares sevillanas. El profesor Miguel Ropero, conocido por su estudio de los gitanismos, elaboró una prolija geografía del botijo, tan numerosa en vocablos como acusada es la sed en esta época del año. Dolores González Gil, catedrática de Lingüística y especialista en el habla andaluza, recuerda algunas de esas expresiones: búcaro, botijo, piporro, cachucho, pirulo, génesis de la fiesta del Pirulito que en determinadas zonas serranas se celebra el día de San Juan. Pierre Guiraud, en su libro La Semántica, dice que "la palabra no transmite la cosa, sino la imagen de la cosa". Una imagen nunca vale más que mil palabras, porque éstas son cuando menos otro millar de imágenes. Y la imagen empieza a quitarte la sed. La profesora González Gil defiende un sentido pragmático del lenguaje (todo es literario): las cosas que más usamos tienen más expresiones. De los esquimales han llegado a encontrarse 45 palabras distintas para referirse al hielo. Fundamentalmente, porque tienen mucho hielo. Y la palabra hielo es la punta del iceberg de ese peñasco verbal sumergido bajo las aguas de la conversación y la cortesía. Si no aprendes a nombrar las cosas, las pierdes. En la novela de J. G. Ballard El imperio del sol, que Steven Spielberg convirtió en película rodada en Trebujena imaginamos que rodeado de búcaros, cuando los japoneses invaden China se quedan sin planos para marcar los mapas de la conquista. Un búcaro aparece en el cartel del ciclo itinerante de cine de verano del Ayuntamiento de Sevilla. En determinadas zonas, el botijo es instrumento de paráfrasis sexuales. La nueva cultura del vaso campaniforme. En algunos sitios se ha escuchado: "Eres tonto y en tu casa no hay botijo". Es equivalente a esa hermosa sinécdoque, el todo por las partes, que se apodera del lenguaje coloquial en Córdoba: cipote, sin artículo, sin adherencias gramaticales ni atributos genitales de Archidona. En la línea de ese libro de Rafael Alberti que este año ha sido objeto de estudio en su Fundación portuense: Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. O, con versos del cantaor José el de la Tomasa, hijo de Pies de Plomo y de la Tomasa: "Hay veces que, hablando solo, / yo llego a la conclusión / que si nadie me comprende / soy tonto o soy Salomón". Un rey, ya se sabe, que nos dejó como problema una solución. Dale el búcaro, reina de Saba, que se muere de sed.
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