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BALONCESTO: CAMPEONATO DEL MUNDO

La ausencia del "dream team" abre la veda

El Mundial confía en la igualdad como factor compensatorio de las figuras ausentes

Robert Álvarez

Diecisiete días después de la más fastuosa fiesta mediática del planeta con la final del Mundial de fútbol, arranca otro Mundial, de otro de los deportes más populares, el baloncesto. Si ya de por sí está a años luz del deporte rey, el baloncesto degrada su Mundial por razones voluntariamente adoptadas -a diferencia del fútbol, concede absoluta preeminencia a los Juegos Olímpicos-, defectuosas gestiones de despacho -la FIBA ni ha pestañeado cuando la NBA ha decidido enviarle un remedo de selección- y otra serie de lastres, como las bajas tan lastimosamente centradas en lo que bien hubiera podido ser el dream team europeo: Danilovic, Stojakovic, Divac, Tarlac y Djordjevic, repescado a última hora, pero no en plenitud de condiciones a causa de una reciente operación en la rodilla. Ni ése ni el dream team NBA -el que hubiera sido el cuarto del ensueño iniciado por Magic Johnson, Bird y Jordan en Barcelona 92- estarán en el Mundial de Atenas.Es una auténtica lástima, porque siendo favorita la escuadra americana que hubiera tenido que estar en Grecia -Payton, Duncan, Garnett y Hill-, se esperaba una réplica mayor que nunca a cargo del maravilloso equipo yugoslavo que hubiera podido manejar Zeljko Obradovic, más motivado si cabe después de que el embargo decretado por la ONU le impidiera oponerse al dream team II en el Mundial de Toronto hace cuatro años y demostrada su solvencia en la final de Atlanta 96 ante el dream team III.

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Los yugoslavos no dispondrán de media escuadra titular, pero mantendrán aquella motivación suplementaria y la de recuperar el cetro mundial que conquistaron de forma rutilante en Argentina 90, aunque en los partidos de preparación en los que España les ha tratado de tú a tú, con una victoria y una derrota por estrecho margen, han demostrado que echarán de menos a algunas de sus figuras ausentes.

Y EE UU no tendrá dream team, pero Rudy Tomjanovich, el técnico del Houston Rockets y seleccionador, está agitando una coctelera que parece explosiva, y a pesar de que no cuenta con jugadores que pudieran formar parte de algún quinteto titular en la NBA, sí dispone de experiencia tanto en ella como en Europa -el ex pívot del Barça y del Tau, Wood; el ex alero del Madrid ahora en el Alba, Alexis, o el base del Olympiakos, Hawkins-, además de un comando de jugadores con ánimo de revancha por no haber triunfado plenamente ni en la Liga universitaria (NCAA) ni en la Liga comercial (CBA).

El baloncesto se aferra a lo más primario del juego, a una competencia que sobre el papel puede deparar mayor igualdad y más sorpresas. James Christie, un periodista que cubrió el Mundial 94 para el Global and Mail, resumió entonces una de las claves que ayudarán a encontrar el lado bueno del torneo que empieza ahora: "El Mundial fue un espectáculo. Un escaparate de gestos. Una lección. La única cosa que no fue este campeonato, fue una competición" (EE UU ganó por una media de 37 puntos sus partidos).

Justamente lo que ahora más se puede esperar: igualdad y competencia. Los griegos sueñan con un título a domicilio; los italianos se han rearmado después de su subcampeonato europeo en Barcelona 97 y de la vuelta a la primacía continental de sus clubes; los australianos, campeones del mundo sub 22 y con un equipo que ya ha puesto la directa con vistas a los Juegos Olímpicos de los que serán anfitriones dentro de dos años, son temibles...

¿Y a qué aspira España? En las competiciones mundiales, la selección española lleva ya 10 años sin ir más allá del octavo puesto, que fue el que ocupó en Seúl 88, para bajar luego al décimo en los mundiales de Argentina 90 y Canadá 94, pasando por el noveno de Barcelona 92.

Así las cosas y repasando el potencial de lo que se le viene encima -Nigeria para empezar, como en el fútbol, Argentina, Australia y probablemente en una segunda fase Lituania, EE UU y Brasil-, llegar a disputar los cuartos de final el próximo 7 de agosto puede resultar un objetivo incluso ambicioso.

El equipo de Lolo Sainz, que ha gozado de una preparación en la sombra (la prensa se ha centrado en otros acontecimientos) parece estar lejos, en fin, de la media docena aproximada de selecciones que encuentran motivos para soñar con el título. No hay dream team, no hay un favorito claro, y en ello estriba el atractivo del campeonato: de salida, todo es posible.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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