Los encontronazos mortales entre los toros ocurrieron en una curva sin visibilidad
VIENE DE LA PÁGINA 1
El callejón de los encierros en Colmenarejo (3.558 habitantes) tiene una longitud de alrededor de medio kilómetro. Esa medida entra dentro de las prescritas por el Reglamento Taurino de la Comunidad. El ancho del callejón es de más de seis metros y también cumple con la legislación regional. Pero no es del todo recto. Al final del recorrido, a apenas un centenar de metros de la plaza, tiene una ligera curva hacia la derecha. Ese tramo se ha convertido en el punto negro de los encierros. Los toros no pueden ver lo que les espera a la salida de la curva y, en carrera, pierden toda posibilidad de esquivar un posible obstáculo.
Colmenarejo celebra encierros desde el pasado viernes. Los encierros arrancan a las 9.30 horas. Los toros se sueltan de uno en uno cada cuarto de hora. Un par de reses mansas flanquean a los bravos a lo largo del camino hacia la plaza.
El callejón desemboca en la arena del ruedo (una instalación portátil desplegada en la localidad especialmente para estas fiestas). En el albero, el toro corre durante unos minutos detrás de los participantes. Luego, las reses mansas lo conducen a la salida de la plaza. Pero el sábado, siempre según testigos de ambos en cierros, el toro no encontró la puerta de salida. Se equivocó de túnel y se metió de nuevo por la puerta que conducía al callejón del encierro. Allí se topó de frente con la muerte: el toro que acababa de salir del redil chocó de cabeza con la testuz del otro. Los dos, según los citados testigos, murieron en el acto. Estas muertes obligaron a comprar otros dos toros para que la corrida del sábado se pudiera celebrar. Ayer volvió a repetirse el dramático choque entre reses. Una murió y la otra quedó herida. El alcalde, pese a los intentos de este periódico para conversar con él, rehusó ofrecer su versión de lo sucedido.
