Nova Esquerra en la Universidad de Alicante
Del resultado del seminario organizado por Nova Esquerra sobre Derechos Humanos, que acaba de realizarse en la Universidad de Alicante, a manera de cursillo de escuela de verano, al que yo he tenido el gusto de asistir, se pueden extraer -a mi juicio- algunas interesantes deducciones políticas acerca del futuro de la izquierda en general y de Nova Esquerra, PSOE e Izquierda Unida en particular. En primer lugar, se advierte en los afiliados de Nova Esquerra -no me incluyo porque no soy miembro de ninguna agrupación política- un talante más abierto y tolerante que el observado en la agrupación de Julio Anguita y sobre todo en él mismo. Hasta tal punto se ha advertido esta sana actitud que Manuel Alcaraz -diputado a Cortes Generales por Nova Esquerra- concluyó las conferencias del seminario con una crítica a la falta de respeto a los derechos fundamentales del hombre por la izquierda ortodoxa decimonónica y de gran parte del siglo XX. Lo cual le honra, ya que desgraciadamente los políticos suelen achacar los errores a sus contrincantes y casi nunca asumen las equivocaciones propias de sus formaciones. Es cierto que ni la ex Unión Soviética ni el movimiento marxista en su conjunto atendieron como merecía el efectivo respeto de las libertades individuales y la calidad de vida de los ciudadanos. Acaso confundieron bienestar con burguesía. De cualquier manera, se comprende que en los inicios de la lucha obrera, con una explotación bestial de los obreros o proletarios, la clase obrera estuviese más preocupada por llevarse un plato de lentejas a la boca que por los derechos y libertades individuales o colectivas. Ahora bien, resulta gratificante el observar ese análisis crítico desde un militante de izquierdas y habría sido quizá de menor valor en un dirigente del PP, por poder malentenderse como una simple reprobación conservadora. Como consecuencia lógica de esas actitudes tan poco sectarias, se comprende que Julio Anguita, por defender la ortodoxia leninista, se haya desprendido de Cristina Almeida, Diego López Garrido, Manuel Alcaraz y otros militantes que conectaban mejor que él con el espíritu actual de una España europea y pluralista. No se llega a entender muy bien esa obcecación del grupo duro o camarilla de Anguita; puesto que yo mismo y me imagino que cientos de españoles les advertimos del peligro de escisión y de cargarse su propio partido por esa manía persecutoria contra Felipe González que ha caracterizado la actuación de Izquierda Unida hasta inclusive cuando el ex presidente estaba en la oposición. Desde luego, hay cosas que desde una mentalidad progresista no se pueden entender de ningún modo. Por ejemplo, ¿a qué se debe esa fobia de Anguita hacia EL PAÍS, la Cadena Ser y Canal+? Como si viviese en Alicante, presumiblemente, le tendría tirria al diario Información. Cada cual es libre de leer lo que le venga en gana; sin embargo, pocos comprenden que el líder de una agrupación de izquierdas hiciese la famosa pinza con José María Aznar, y que siempre lleve, como Pedro J. Ramírez, el periódico El Mundo bajo el brazo o en la cabecera de la cama. En esa línea de prevenir del peligro que acechaba a la izquierda, en agosto de 1997 me encontré por la calle a María Teresa Molares -miembro del buró político de Julio Anguita y antigua profesora mía de Filosofía en el Instituto Miguel Hernández de Alicante- y le comenté que si no cambiaban a Anguita o rectificaba, se escindiría su partido y en las próximas elecciones harían el ridículo. Lo primero ya ha ocurrido y lo segundo supongo que ya vendrá necesariamente. Pues bien, ella ni caso y alabando la grandeza política de su líder o jefe de tribu. Mientras se clausuraba el seminario de Nova Esquerra sobre derechos humanos se ha aprobado en Roma la creación de un tribunal internacional que perseguirá los delitos y los crímenes contra la humanidad. Sería beneficioso para la comunidad internacional que ese nuevo tribunal actuase con independencia y eficacia. Esa misma eficacia le deseo al partido de Manuel Alcaraz, que si supera los errores de Izquierda Unida y para no desaparecer de las Cortes Valencianas y del Congreso de los Diputados por la cuestión del conocido y temido voto útil, convendría, a mi parecer, que no fuesen nunca de prepotentes y utilizasen su fuerza política en tratar de girar al PSOE hacia posturas más progresistas, yendo en coalición con Borrell en las futuras elecciones: la supervivencia de su partido, el futuro de la izquierda española y el intentar ganar al PP así se lo reclaman a Nova Esquerra. Espero que mantengan el talante abierto y cordial que a mí me han mostrado y permanezcan a la altura de una agrupación de izquierdas europea de finales del presente siglo.
Raimundo Montero es profesor de Filosofía.
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