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FERIA DE JULIO

Unos pitoncitos así de pequeñines

Tenían los novillos unos pitoncitos así de pequeñines. Dar la medida exacta sería imposible. Por ejemplo, diría uno 10 centímetros, a lo mejor eran 11 -o nueve- y ya tenían materia los de la Unión de Criadores, con su facción Capt, para mover a los gacetilleros áulicos, pagar separatas, insultar por las pantallas y las ondas, armar el lío. La única solución habría consistido en bajar al ruedo con una cinta métrica y medir los cuernecines. La profesionalidad lo dictaba así, el ánimo estaba presto. Y si no se hizo fue porque lo prohibe el reglamento. Dura lex..., sed lex, que decían los romanos, entre otros Vicente Pastor.

No impide el tamaño de los cuernos, sin embargo, que los toros puedan pegar cornadas. Uno de los lidiados se la pegó a Juan Diego cuando instrumentaba un derechazo. A lo mejor la roma configuración de los pitones determinó la importancia de la herida. Los autores tienen criterios dispares al respecto. Hay quien considera que con cuernos romos el boquete es mayor; quién que, con astifinos, la cornada puede llegar hasta las entrañas.

Ramblas / Diego, Ciento, Ramírez

Director: Bruce Bilson. Intérpretes: Edward Herrman, Barbara Harris, Susan Clark.

Novillos de Las Ramblas, tres primeros tipo eral, inválidos y mortecinos, resto presentables, más fuertes y mansos, todos escasos de cuerna y sospechosos de pitones

Juan Diego: estocada perpendicular ladeada, rueda de peones, pinchazo, estocada caída y rueda insistente de peones (silencio); cogido por el cuarto, sufre cornada en un muslo, 10 centímetros, pronóstico, reservado. El Ciento: dos pinchazos, media estocada tendida caída, estocada corta atravesada trasera caída —aviso—-y se echa el novillo (silencio), cinco pinchazos y estocada corta caída (silencio); estocada trasera y cinco descabellos (silencio). Alberto Ramírez: dos pinchazos, otro perdiendo la muleta —aviso-, pinchazo, otro perdiendo la muleta y descabello (silencio); estocada corta atravesada delantera —-primer aviso—, estocada muy atravesada, tres descabellos —segundo aviso— y dos descabellos (silencio).

Plaza de Valencia, 21 de julio

3ª corrida de feria. Media entrada.

Los toros romos o desmochados que pegan cornadas son la coartada de quienes defienden el afeitado; esa lacra de la fiesta, esa corruptela de juzgado de guardia. "Los toros tienen siempre peligro, incluso los diminutos", afirman, y rápidamente recurren al recuerdo de Antonio Bienvenida a quien un eral le causó la muerte. Emilio Muñoz, en una entrevista radiofónica, abundaba en el peligro que tiene cualquier tipo de toros, argumentando: "Te pueden lesionar hasta con el rabo". Luego -sostienen los taurinos y sus gacetilleros- el toro debe ser chico, tipo eral, afeitado y que embista con el rabo.

Es el toro idóneo para hacer el toreo moderno. Claro que según quien sea el artista. Abundan los toreros que ni siquiera son capaces de hacerles faena a esos toros. Los de la novillada ferial, por ejemplo. Les soltaron tres novillejos inválidos, mortecinos, de una docilidad perruna, y ni por esas.

Con el capote alguna dieron. Los tres recibieron a sus eralillos de rodillas -las rodillas se llevan mucho esta temporada- y Juan Diego lo hizo a la verónica, El Ciento con faroles, Alberto Ramírez tirando la larga cambiada. Diego ciñó un buen quite por chicuelinas y Alberto Ramírez -que estuvo variadísimo de capa- le dio brillante réplica mediante una combinación de burjassotinas y gaoneras.

A la segunda parte de la novillada, en cambio, que sacó cierto trapío y fortaleza -y una mansedumbre especialmente llamativa en los últimos tercios- ya no la dieron fiesta ni con la capa ni con nada.

Las faenas de muleta resultaron un dolor. Ramírez se echaba de principios la muleta a la izquierda -lo que es buena señal, mas no conseguía torear templado y reunido, ni con esa mano ni con la otra. Diego y El Ciento dieron los naturales de trámite y se emplearon en los derechazos con desesperante reiteración. En lo que concierne a actitudes retadoras, posturas pintureras, desplantes farrucos y gestos de "te daba así" mirando despectivamente a los novillos, anduvieron sobrados; en lo que llaman torear, ese ejercicio que se sustancia parando, templando y mandando, parecían legos.

O a lo mejor les faltaban las ganas. O quién sabe si lo que el público en general y la afición en particular lo que llamaba toros dóciles, chicos, moribundos y despitorrados, a ellos les parecían gigantes prehistóricos, monstruos del averno.

Con semejante panorama ha empezado la tradicional Fira de Juliol de Valencia. Hoy ya vendrán toros y si son los mismos que se mostraron en la desencajonada, aún puede ir a peor. Matadores de alternativa con fama de figuras lidiando semejante ganado no es propio de ésta histórica plaza.

Aunque según y como pues sus responsables la quieren así: la quieren con un número de corridas reducido a su mínima expresión, que el público pida orejas y que los exigentes se vayan a la playa; que se llene la plaza pues si no se ve demasiado cemento y eso causa mucha tristeza. Son argumentos enriquecedores de la fiesta ideal que persiguen los taurinos: el coso hasta la bandera, público triunfalista, toros inválidos, pitoncitos diminutos, el rabo pegado con cello para evitar un sinsabor. Y quienes manejan el cotarro, ¡a forrarse!

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