El representante de la familia imperial rusa descarta la restauración
"La cuestión de la restauración de la monarquía en Rusia no es importante para mí porque no se planteará en un futuro próximo", asegura Nicolás Románovich Románov, cabeza de la rama de la familia imperial que participa en las exequias de los restos del último zar coronado, Nicolás II, y los suyos. "No debemos ser dogmáticos", añade en una entrevista concedida ayer. "Hay que ser prácticos y ayudar a que este país consiga recuperarse". Para este príncipe de 75 años, nacido en Francia y que en la actualidad vive en Suiza, tataranieto de Nicolás I, primo lejano de NicolásII y entusiasta de la historia, de la que ha aprendido la lección de pragmatismo, la demanda de un cambio de régimen en Rusia, la implantación de una monarquía que, "por supuesto, debería ser constitucional y democrática", tendría que llegar desde abajo, desde el pueblo ruso.Pero, con el 47% de la población que ni siquiera se cree que los huesos que se entierran hoy son realmente los del zar, su esposa, tres de sus hijas, un médico y tres criados, "imagínese cual sería el resultado si se les preguntara si quieren que vuelva a Rusia el zar". Para este hombre de su tiempo, que reconoce tener sus propias ideas sobre la gestión de NicolásII y que no duda en mostrar reservas sobre la actuación de la zarina Alejandra, en San Petersburgo "no se va a enterrar al zar únicamente, sino que se va a comenzar a superar la peor y más sangrienta página de la historia de Rusia". Asegura que no es "un hombre de pasiones" y expresa su convicción de que todos los ismos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. "Si el comunismo", afirma, "hubiese ofrecido soluciones válidas para la economía, habría sobrevivido. Pero no fue así. Pese a ser un país inmenso y rico, la economía fue destruida". Y, como consecuencia de ello, considera "más prudente" mantener el sistema actual, aunque sea criticado. "Es lógico", concluye. "La gente quiere el paraíso en la tierra, pero lleva mucho tiempo conseguirlo".
Nicolás Románov reconoce a la Iglesia ortodoxa su derecho a exigir más pruebas que autentifiquen los restos, ya que pretenden santificar a quienes fueron en vida sus usuarios. Por tanto, se abstiene de criticar la ausencia en los actos del patriarca ortodoxo, Alejo II.
Pero su comprensión no llega hasta la gran duquesa María Vladivirovna, que vive en Madrid con su hijo, el principal aspirante al trono, y que asistirá hoy a un servicio religioso especial en un monasterio situado a 70 kilómetros de Moscú.
"No hay una auténtica división entre los Románov", señala. "Lo que ocurre es que hay una Románov que piensa sólo en sí misma y el resto que pensamos en Rusia".
Difícil reconciliación
"Pese a todo", indica, "si María Vladivirovna estuviese hoy en San Petersburgo, yo sería el primero en celebrarlo e ir a su encuentro, aunque no sé qué actitud mostraría ella". Probablemente, no muy buena, sobre todo si lee las siguientes palabras de su primo: "Lamento decir que ella consideraba contrario a la tradición que se enterrase a los miembros de la familia real junto a su médico y sus tres sirvientes. Quería que estos últimos quedaran en el exterior de la iglesia, aunque junto al muro de la misma. Eso sería inadmisible, y yo jamás lo habría aceptado. Fueron fieles hasta el final, cuando todo el mundo abandonaba al zar. Por eso he pedido a un nieto del doctor y a una sobrina de la doncella que estén hoy con nosotros, en primera fila".
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