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Felicitaciones

VICENT FRANCH I FERRER Alguien ha asegurado, en el colmo de la falta de argumentos, y para dejar sobre la mesa el último mohín de desdén, que todo estaba atado y bien atado en el asunto del pacto lingüístico que el CVC acaba de proponer a las Cortes Valencianas como resultado del encargo que en su día recibiera del presidente Zaplana. Esas voces consuelan su autismo político enquistándose en la supuesta calidad del resistente a prueba de calamidades, incluida la de ser testigos y notarios a la vez del itinerario hacia la minorización definitiva del valenciano. El argumento de autoridad que acude en socorro de quienes esperaron en vano el fiasco supone que si todo estaba arreglado de antemano el resultado carece de interés y no hay que suponerle valor alguno a lo acordado. Una auténtica necedad, cuando no una nueva muestra de que en el fondo lo deseado era no perder la certeza incluso a cuenta del fracaso colectivo. No interesaba hablar del acuerdo. Lo que convenía es desacreditar la legitimidad de los actores presuponiendo que los políticos no la tienen, y que los consejeros no habrían sido sino meros transmisores, auténticos criados de aquellos sin la menor capacidad de decisión. Dos ideas perniciosas y endebles, porque, en primer lugar, quien discute legitimidad a la política en una democracia para resolver problemas que previamente se han calificado de índole política (la lengua, su identidad, sus ámbitos de uso y prestigio aquí lo son) debería explicitar en qué otra legitimidad se ampara... La respuesta, evidentemente, delata el talante de quienes sustentan argumento tan atroz; en segundo lugar, e incluso en el caso de que la voluntad política de arreglo hubiese sido algo determinante para el éxito de la misión, quien quiere desconocer el papel que las personas adquieren en los procesos quizás tampoco esté interesado en escuchar el relato de los consejeros sobre los momentos en que sólo la habilidad, la responsabilidad y el sentido de la historia habrían permitido a un buen número de miembros del CVC superar obstáculos insalvables en las vísperas. No merece crédito la siembra de sospechas sobre el trabajo bien realizado por el CVC porque quienes exageran los desencuentros en un proceso de negociación tan duro como éste deberían explicar si su alternativa contenía elementos para la paz o sólo para la prolongación de una situación proclive a la muerte por desidia de la lengua propia de los valencianos. Estoy seguro que se escribirá la historia completa de lo crucial que resultó que una buena parte de los consejeros del CVC no perdiesen el sentido de la historia, y que con el tiempo, incluso quienes se han jactado con el déjà vu fruto de su presuntuosidad intelectual sabrán reconocer el mérito de quienes acabaron redactando y aprobando un documento cuyo valor más perenne podría ser el de hacer de cierre de la ya dilatada transición hacia la normalidad democrática del pueblo valenciano. Porque este texto y su inmediata conversión en forma jurídica e institucional por las Cortes Valencianas habrán de suponer un plan de estabilización para el valenciano negado durante tres lustros por el ámbito de la política a pesar de disfrutar del Estatuto de Autonomía. Que el dictamen no haya obtenido la unanimidad, que las abstenciones de EU supongan en última instancia un raro voto de confianza y que, finalmente, a quienes más se cedió hayan respondido con la mueca irredenta de su propia ceguera no empece para que el saludo colectivo lo convierta en un dato de esperanza.

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