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Entrevista:

"No se diseñan las ciudades para ser habitables, sino para que los promotores ganen dinero"

Leonard Duhl, de 73 años, ha pasado casi inadvertido entre la marabunta de los 1.500 congresistas de 62 países que han asistido la semana pasada en Madrid al I Congreso Mundial de Salud y Medio Ambiente Urbano. La menuda estatura de este neoyorquino trasplantado a Berkeley (California) difumina la verdadera talla de este hombre, embarcado desde hace cuarenta años en convertir las ciudades en entornos acogedores, desde la Fundación Internacional Ciudades Saludables que él ha promovido.Pregunta. En este congreso se han debatido los problemas que acosan a las grandes ciudades, donde viven cerca de las tres cuartas partes de la población mundial: los transportes, la producción de residuos, la contaminación. ¿Qué ofrece su fundación ante esos retos?

Respuesta.Si echamos una ojeada a nuestras ciudades y miramos cómo se gestionan, vemos que cada sector se dirige por áreas sin apenas relación entre sí; el transporte, la circulación, la vivienda, la salud. En cada una de ellas se toman decisiones sin la participación de los ciudadanos, que tienen sus propios puntos de vista, en muchos casos, diferentes a las de los profesionales o los propios políticos. Nuestra idea es sustituir ese modelo jerarquizado y aislado de toma de decisiones por otro en el que la gente discuta alrededor de una mesa y busque soluciones a sus problemas.

P. Ahora mismo ¿ cuál es el principal reto de las ciudades?

R. Déjeme que le cuente algo. Minneapolis, en el Estado de Minnesota, es una gran ciudad con grandes empresas instaladas en su municipio. Estas empresas daban un 10% de sus ingresos a mejoras urbanas, como construir parques, museos... Las donaciones se han suspendido porque las empresas, al convertirse en multinacionales, dicen que no tienen por qué favorecer a una sola ciudad. Con esto quiero decir que la tecnología, el desarrollo, han convertido a las ciudades en entes distantes que no favorecen el contacto entre sus habitantes. Si eres pobre no tienes ninguna posibilidad de acceder a los recursos que una ciudad ofrece.

P. Usted es psiquiatra y urbanista. Ha trabajado en Washington (con Robert Kennedy y Lindon B. Johnson) en el diseño de modelos de ciudades. ¿Qué suerte han corrido las que diseñó y qué piensa de las que planifican sus colegas?

R. Algunos barrios se han mantenido; otros se los ha llevado la fuerza del dinero. Mis amigos, los grandes diseñadores, planifican grandes carreteras, monumentos, teatros. No hacen plazas para que la gente pueda hablar y tocarse. Trabajan para grandes promotores que lo que pretenden es ganar dinero, no hacer ciudades habitables. Cuando les pregunto dónde viven, el 99% tiene su casa en los cascos antiguos, y sólo un 1% en el barrio que han diseñado.

P. ¿Qué alternativas ofrece su organización para los residuos, el transporte o la salud?

R. Todo eso que menciona no son más que síntomas. Un periodista amigo mío dice que lo importante de la noticia es lo que hay detrás. Tenemos que pensar qué pasa en nuestra sociedad para que la gente coma tan mal, viva tan mal, genere tantos residuos, haya tantos automóviles. Si hay congestión hacemos más carreteras; éstas traen más coches... Lo que tenemos que plantearnos es un sistema diferente de transporte y que la gente no tenga que desplazarse cuatro horas para ir a trabajar. Eso es absurdo.

P. Lo será, pero todas las ciudades van en la misma dirección, fíjese en los chinos.

R. Los chinos copian el modelo porque creen que les va a dar una respuesta rápida, como los niños. Cuando los niños quieren algo, lo piden y lo exigen, ya. Hay que darles el juguete de inmediato. No permiten que les ayudes a reflexionar. Los chinos han abandonado hasta el sistema de saludo.

P. Usted propaga un modelo de ciudad saludable. Hábleme de un caso, al menos, donde se demuestre que funciona.

R. Mi casa está cerca de Oakland, una ciudad tan grande como San Francisco, famosa por sus crímenes, las drogas... Allí vive un 30% de negros, 28% de hispanos, 20% de asiáticos. Hablan decenas de idiomas. Uno de sus barrios padecía un índice de mortalidad de los más altos del mundo, tan alto como en África. Aplicaron decenas de programas médicos y no consiguieron nada. Nosotros empezamos a reunirnos para hablar del transporte hacia los centros de salud y en seis meses redujimos la mortalidad, resolvimos el problema.

P. ¿ Cuánto dinero invirtieron en el proyecto?

R. No gastamos nada. Lo hicimos sin dinero. Eso es lo sorprendente. Hay muchos problemas que no tienen soluciones técnicas. Lo resolvimos poniendo en contacto a la gente y pidiéndoles que dijeran, desde lo más hondo de su corazón, qué se podría hacer por su comunidad.

P. Parece un misionero más que un urbanista ¿Qué piensan de usted sus colegas?

R. Sí, me llaman el padrino, el misionero. Tenga en cuenta que he trabajado muchos años en esto. Mis colegas, los que trabajan en medicina, han ganado mucho más dinero que yo, pero le puedo asegurar que mi vida ha sido mucho más rica que la de todos ellos.

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