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La Feria del Libro seguirá en el Moll de la Fusta a pesar de las flojas ventas

La 22ª edición de la Feria del Libro de Barcelona cerró el domingo con un balance económico flojo, pero con una idea clara: el año próximo continuará en el Moll de la Fusta, ubicación estrenada este año en vez de la tradicional del paseo de Gràcia. La Cámara del Libro de Cataluña difundió el último día de feria un comunicado en el que reitera que, tal como se dijo en la presentación del programa, se otorga un plazo de tres años antes de evaluar la rentabilidad del nuevo emplazamiento, "de modo que los resultados de este año no van a alterar esta previsión". Editores y libreros coinciden con los organizadores. En términos comerciales, estos 10 días no han sido buenos. "Sin embargo", dice Joaquim Palau, director editorial del grupo 62, "la nueva filosofía nos parece muy acertada. El objetivo de convertir la feria en un foro lúdico y cultural se ha conseguido: organizar actos de todo tipo es una buena promoción, ahora lo que hace falta es mejorarlos, añadir actividades no directamente relacionadas con el libro pero que atraen al público, por ejemplo conciertos". "Vender ejemplares", continúa Palau, "no es prioritario, porque si la promoción ha sido buena, el público ya acudirá después a las librerías". Los libreros, el colectivo que durante estos días se ha mostrado más crítico con el balance económico, corroboran el saldo negativo de las ventas, que en algunos casos no han permitido ni siquiera cubrir gastos. Maite Coca, de la librería Maite, lo achaca al bajísimo presupuesto en publicidad: "Ha hecho que la gente ni se enterase de que estábamos aquí". Concha Gubern, de Laie, afirma: "Los libreros deberíamos tener más peso en la organización, porque no podemos competir con las grandes editoriales. Habría que reconsiderar el precio de las casetas, que para las librerías pequeñas resultan exagerados". Más pegas, en las que hasta el máximo dinamizador Pep Duran coincide: "No sólo ha sido escasa la publicidad, sino también la señalización. En los extremos del mismo Moll de la Fusta faltaban letreros, cosa que dejaba escapar la marea de gente que desde Colón se encamina al Maremàgnum a través de la Rambla de Mar". Palau añade otra, no por colateral menos significativa: "En todo el recinto no te podías tomar un refresco. Tanto quejarnos del calor y resulta que a nadie se le ha ocurrido montar una cosa tan sencilla como un bar". El único refrigerio a disposición del público era el vasito de café con que obsequiaban las azafatas de la Casa de Colombia. Si se añade la dificultad para caminar cómodamente sobre los adoquines y la escasez de visitantes matutinos a causa del calor, los organizadores ya saben por dónde acometer las mejoras. Duran es consciente de ello ("el año que viene no lo montaremos con tanta precipitación"), pero también del hecho de que en general el nuevo espacio ha gustado a todos.

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