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Tribuna:NOSOTROS, A LO NUESTRO
Tribuna
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Peligro, MAR anda suelto

Si Miguel Ángel Rodríguez fue, más que el portavoz del Gobierno, el espejo de su alma, hemos de convenir en que su retirada del proscenio comunicativo, por mucho que nos resulte un alivio estético, no supone en absoluto una ventaja. Más bien al contrario. Pues, a partir de ahora, la mente insondable que maquina en Moncloa (con la ayuda de su media mente/ naranja) dispondrá de un biombo, un parapeto, una muralla, un maquillaje y un disimulo proporcionados por la sonrisa encantadora y el talante civilizado de Josep Piqué. ¿Es ello bueno? No. Ello es muy malo. Alegres y confiados por los buenos oficios (la voz habrá encontrado realmente su porte) del sustituto, nos entregaremos, nos delataremos y acabaremos metiendo la pata izquierda hasta el corvejón. Y, más temprano que tarde, lo pagaremos.Por otro lado, moléstanme y distúrbanme estos diretes políticos, en una semana diseñada para que glose los sanfermines y el alivio que me produce comprobar que la Re-Rocío nacional (hija de Roci-Hito y nieta de Roci-Era) no tendrá que jugar sola a mi jaca galopa y corta el viento, pues su mencionada madre y su correspondiente padre van a darle un hermanito/a. Sin embargo, ¿cómo podíamos parar mientes en tal noticia, si en Moncloa eran recibidos los concejales ppopulares y la reunión, en lugar de conmover, servía para indignar por la utilización propagandística de las lágrimas del pequeño huérfano Imanol? Menos mal que, esta vez, no cantaron Macarena. Por otra parte, está el ser nacional, que también es capaz de nublarlo todo. Por ejemplo: puse la radio y desde las ondas se pasó, sin solución de continuidad, de retransmitir la carrera matinal de reses bravas y mozos soplaeso por la calle de la Estafeta de Pamplona, a recordar (con motivo del primer aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco) la gran manifestación cívica del año pasado. Con lo cual tardé en comprender que los gritos de "¡Asesinos! ¡Asesinos!" que empalmaban con el rugir de fieras y trotar de pezuñas no iban destinados a los toros, sino a los terroristas. En fin: país, paisaje, paisanaje y radio.

Chismes, lo que se dice chismes, tenemos. Además de haber recibido a Jack Nicholson en S"Estaca, la casa de Michael Douglas en Mallorca (les imagino a los dos bebiendo latas de cerveza y eructando al borde de la piscina), se nos anuncia la inminente visita del más delicado de los actores, Mel Gibson, el hombre que cambió su vida el día que cambió de peluquero (¿quizá usa el de la ministra de Justicia, Margarita Mariscal?). Parece que viene a Barcelona a presentar Arma letal IV, y yo, si aún estoy aquí, trataré de no verle, para no tener que olvidar los magníficos muslos, el hermoso trasero y el todavía sensible rostro que lució en Gallipoli y El año que vivimos peligrosamente. Por cierto: sé de buena tinta que Gibson, tan catolicón y conservador de las esencias matrimoniales, cuando viaja pide a sus anfitriones que no dejen de proporcionarle putas, noche tras noche. No sé por qué me escandalizo: es de lo más coherente con la moral católica, creo.

Pero me obsesiona el futuro. El de MAR y el nuestro, que temo inapelablemente ligados. Porque, queridos, es un hecho que el cofrade de las Siete Palabras anda suelto. No me conforta la vaga indicación de que pasa a lo privado. Detective no creo que se haga, por mucho que se haya creído con licencia para matar. De modo que cabe preguntarse de qué privado estamos hablando. ¿De lo suyo o de lo nuestro? ¿Del privado común? ¿Regresa, cual cantaba Raphael, de la niñez a sus asuntos, es decir, vuelve a enfrascarse en esas metáforas literarias en las que suele aseverar que a la amada se le derraman las pupilas por los párpados? ¿O salta de Moncloa a, Dios no lo quiera, Endesa, o en un futuro Iberia, o mismamente (¡antes que verlo me despeño desde el templete de Diana, en Althorp!) a Barajas?

Podría ocurrir (me juego el moño de Nati Mistral con ella debajo) que, dada su categoría como escritor y su profundidad como político, ingrese pronto en el lugar que le corresponde en la nómina de los columnistas que calumnian y los tertulianos que tartufean, y que colabore también en sacar a España del pastizal de la democracia por un pastón. Con todo el morro.

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