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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Derecha y cambio

EL GOBIERNO tiene un problema central: su imagen derechista. Los socialistas, otro: la falta de necesidad de cambio político que dejan sentir los electores, que en un 54% (cinco puntos más que en primavera, y el doble que los que opinan lo contrario) piensan que el PP va a ganar las próximas elecciones. En tales condiciones, y ante la pérdida de fuelle del efecto Borrell, los dos grandes partidos vuelven a donde estaban hace un año: una ligera ventaja del PP que refleja, realmente, un empate técnico con el PSOE en el Barómetro de verano que hoy publicamos. Una diferencia de 1,4 puntos, a favor del PP en intención directa de voto, no resulta significativa, menos aún cuando no hay elecciones a la vista. Entra dentro del margen de error de la encuesta.La dificultad que tiene el Gobierno para vender una imagen de centro-derecha es clara. Los españoles lo sitúan más a la derecha de lo que el Ejecutivo quisiera, en un 6,9 en una escala de 0 a 10. Incluso los propios votantes del PP lo ven bastante a la derecha. Es el PSOE, desde la izquierda (con un 4,3) quien más se acerca a ese centro, en un país que se considera a sí mismo de centro-izquierda (4,7). El propio Gobierno, transparente en esta estrategia, ha empezado a pregonar su centrismo, incluso utilizando para estos fines la supuesta amistad de Aznar con el primer ministro laborista británico, Tony Blair. Como si bastara proclamar lo que se quiere ser para serlo, o para hacer creer que lo es. Si el Gobierno quiere que cale una imagen centrista, debe hacer política de centro.

Probablemente tiene mucho que ver con la preocupación ante esta imagen derechizada la salida de Miguel Ángel Rodríguez de la portavocía del Gobierno y su reemplazo por alguien de imagen más moderada y centrada, como el ministro de Industria, Josep Piqué. Nada casualmente, los ministros mejor valorados son los de talante habitualmente más centrista, con Mayor Oreja, Rato, Matutes y Arenas a la cabeza, mientras que el mayor representante de esa derechización, el vicepresidente Álvarez Cascos, se sitúa vergonzosamente en el farolillo de cola. Es esta imagen la que contribuye probablemente a un deterioro en la apreciación de la situación política y a que el PP no despegue en intención de voto, pese a que la valoración de la situación económica sea la mejor de los últimos años.

La encuesta refleja también que el efecto Borrell ha perdido fuerza en los dos meses largos desde nuestro anterior Barómetro, periodo que el candidato a la Presidencia del Gobierno, surgido de las primarias en el PSOE, no ha sabido aprovechar para consolidarse en la opinión pública. De hecho, ha perdido en imagen, dentro y fuera de su partido, y ha perdido en la apreciación de que puede conducir al PSOE a la victoria en las próximas elecciones generales.

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Las intenciones declaradas de voto muestran que la situación electoral está abierta. Pero, si quiere ganar a Aznar, que conserva su aprobado raspado, Borrell y el PSOE tendrán no sólo que recuperar imagen e iniciativa, sino también saber crear un clima propicio a la idea de un cambio de partido gobernante, inexistente en la actualidad.

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