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Tribuna
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Estilo

Ahora ya sé por qué Barajas se llama Barajas. Es que, si no te queda otra que encomendarte a los manes del transporte que allí ofician, te ocurre lo que a la Carmen de Bizet antes de que se le empiece a complicar lo de don José y el Escamillo: venga a barajar en plan adivinar la suerte, y venga a salirle la negra. También se llama Barajas porque cuando la víctima se pone menos agorera, decide esperar la resolución del destino haciendo solitarios, que es lo que a menudo he hecho yo misma, que soy estoica y epicúrea a la vez, y no estoy loca.La crisis de nuestro principal aeropuerto me ha vuelto analítica total, y como en esto de pensar una cosa lleva a la otra, he acabado por montar una teoría acerca del estilo de los ministros del Gobierno del PP cuando deben afrontar sus responsabilidades en lo público y a la hora, no menos importante, de aceptar sus consecuencias. Digamos que solucionan el asunto por la mera fe católica.

Sabido es que la dimisión de políticos soluble e instantánea sólo existe de fronteras para afuera y de océanos para allá. Ahora bien: a veces ha ocurrido entre nosotros, aunque es cierto que sólo me viene a la memoria la marcha rápida de Antonio Asunción después de que una gabardina se fugara con Roldán dentro; así que, por fuerza, no pueden haber dimitido muchos. Sin embargo, el estilo ppopular me parece el más desconcertante por antonomasia. Ahí tienen a Arias-Salgado. Todo hace presumir que el ministro que fomenta nuestras desdichas fue a su confesor privatizado a contarle su culpa en el desbarajuste de Barajas, y que el buen cura se limitó a recetarle unas avemarías, como mucho un credo, y la obligación de contarlo en la tele.

Me encanta el catolicismo. Siempre puedes volver a empezar a joder al prójimo.

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