En guardia permanente
Decepción. Ningún equipo logró confirmar su reconocida capacidad de jugar bien. El partido encerró reiterados murmullos del público que precedían a la gran jugada y los inmediatos de desazón porque ésta nunca llegaba.Peligro avisado. Estaban tan advertidos los dos equipos de lo que el otro era capaz de hacer, que destinaron más tiempo a evitar ser sorprendidos que a sorprender. Y el poder ofensivo que les hace temibles, al no contar con este necesario factor sorpresa, no provocó daño.
Ritmo lento. Brasil y Holanda habían conjugado velocidad y precisión en dosis equilibradas. Y era a partir del quinto o sexto toque cuando sus combinaciones obtenían el milagro del fútbol. Pero no los daban tan atrás, tan laterales, tan previsibles. Ayer tocaban más para que el rival no tuviera la pelota que para distraerle antes del pase letal. La prórroga, además, desmintió que el ritmo lento pudiera haber sido fruto del cansancio o la sobrecarga de partidos.
Cambio sin sentido. Las sustituciones responden siempre a la obligación de construir respuestas a las necesidades que el juego plantea o la de ofrecer alternativas para modificar el trámite. A partir de ahí se elige al futbolista, se le propone una tarea, se considera sus particularidades, se le imagina un espacio del campo... La entrada de Winter fue un ejemplo de todo lo contrario. Por la franja izquierda de su ataque, Brasil pudo desequilibrar el choque antes de los penaltis.
Frank de Boer. Un tiempista: hace coincidir su llegada con la posibilidad de hacerse con la pelota. Nunca necesita de la fricción. Tampoco precisa de la velocidad para imponerse. Conoce los secretos de defender por el centro y por los costados. No desmerece en el juego aéreo. Y sabe cuando el pase tiene que ser corto o largo, cruzado o paralelo.
Faltó un tercer defensa. Holanda y Brasil destinaron sólo dos defensas a sujetar a la pareja atacante rival. No hubo un tercero que ayudara. Tampoco bajaron los volantes, ni cerraron los laterales. En definitiva, dejaron el caso en unos contra uno. El gol de Ronaldo confirmó la inconveniencia: un tercer defensa le habría aconsejado al brasileño buscarse la vida por otro lado.
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