Diez días en la 'ratonera' de Barajas
La implantación de nuevas tecnologías en el 'cerebro' operacional del aeródromo afecto a decenas de miles de usuarios y provocó el mayor colapso de la década
El aeropuerto de Barajas, donde trabajan 16.000 personas, acoge cada día más de 850 vuelos en los que viajan más de 80.000 pasajeros. Desde el 21 de julio se ha convertido en una "ratonera". La incorporación de un nuevo sistema informático de control aéreo, uno de los más modernos de Europa, ocasionó un recorte en el número de operaciones y un desbarajuste colosal. Más de 200 vuelos fueron cancelados en la última semana (más de 30.000 personas no pudieron salir en el día previsto); otros 700 aviones partieron con más de media hora de retraso (140.000 pasajeros lo sufrieron), y 15.000 maletas se quedaron atascadas. El ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, reconoció, por fin, el viernes "graves fallos de coordinación".Alberto Pérez, estudiante de 19 años, partió el viernes 26 de junio hacia Tenerife en un vuelo de Iberia. Había encontrado trabajo en la isla como camarero. Cuando aterrizó, llamó a su madre, Francisca Sánchez, para comunicarle que ya estaba en Tenerife y que el vuelo había sido perfecto. Dos horas después, volvió a llamar para cambiar su versión de los hechos: "Mamá, me han perdido las maletas". Durante los días previos al viaje, la madre y hermanas de Alberto Pérez le habían comprado ropa nueva y "unas zapatillas que costaron 16.000 pesetas". Alberto se quedó en el aeropuerto con la esperanza de recuperar su equipaje. Pero no tuvo éxito.
Desde Madrid, Francisca Sánchez investigó el paradero de las maletas de su hijo y descubrió con sorpresa el colosal desbarajuste de Barajas: "Me dijeron que había más de 15.000 maletas atascadas en el aeropuerto".
Alberto Pérez pasó cuatro días en Tenerife lejos de su equipaje, que le llegó el pasado martes. Su maleta y las de otros 7.000 clientes de Iberia se quedaron atrapadas durante el fin de semana en uno de los hipódromos de Barajas. En estas salas, que reciben los equipajes de los pasajeros, se seleccionan y distribuyen las maletas para su traslado a los aviones.
Los teléfonos de información para atender reclamaciones no funcionaron. Estaban, como Barajas, colapsados.
¿Qué ocurrió el fin de semana pasado en el principal aeropuerto de España? La incorporación al centro de control de Torrejón de un nuevo sistema informático (necesario para que el aeropuerto opere con la tercera pista, que se inaugurará en diciembre) desde el 21 de junio ocasionó una cadena de retrasos que estalló el jueves (22 cancelaciones y más de 200 vuelos con retrasos superiores a la media hora) y se mantuvo el viernes (17 cancelaciones y 225 operaciones retrasadas). Las demoras, siempre según la versión facilitada por Iberia, habían provocado un desajuste en los horarios de todos los vuelos y, como consecuencia, la acumulación de maletas en el hipódromo. Los operarios encargados del equipaje no fueron capaces de solucionar la avalancha que se les venía encima. Aeropuertos Nacionales y Navegación aérea (AENA), el organismo que dirige el aeropuerto, achacó el descontrol del reparto y distribución de maletas a la falta de personal de Iberia. La compañía reaccionó el 30 de junio incorporando a 160 personas al trabajo del hipódromo. Mientras tanto, los controladores se familiarizaban con el nuevo sistema informático. Su cursillo acelerado obligaba a reducir en 10 movimientos a la hora la actividad de los aviones en Barajas. Así comenzó el caos.
AENA asegura que las compañías aéreas estaban avisadas del recorte de vuelos que se iba a producir como consecuencia de la aplicación del nuevo sistema informático de control aéreo. La asociación de líneas aéreas admite este hecho, pero recuerda que la información les llegó sólo una semana antes, y, con ese plazo, las compañías más grandes no tuvieron tiempo de reaccionar, mantuvieron sus operaciones y se atascaron irremediablemente en Madrid.
La principal afectada fue Iberia, que atiende cada día la mitad de los vuelos registrados en el aeropuerto. Barajas es su aeródromo de referencia, y todos sus vuelos tienen que recalar, por lo menos, una vez al día en él. Por eso, sus aeronaves no pueden recuperar nunca el tiempo que pierden en el aeródromo, a diferencia de otras compañías, que raspan en otros aeropuertos el tiempo que pierden en Madrid.
El Defensor del Pueblo, Fernando Álvarez de Miranda, también quedó atrapado en Madrid el viernes 26 de junio. Pretendía volar a Melilla y, tras seis horas de espera, volvió a su casa tras anunciar que abriría una investigación de oficio para aclarar lo ocurrido. Álvarez de Miranda se quejaba de "falta de información y de alternativa". El fin de semana, los portavoces del aeropuerto informaron que había regresado la normalidad, mientras miles de viajeros volaban hacia sus destinos sin sus maletas.
El lunes 29 de junio, Iberia empezó a desatascar los hipódromos para entregar los equipajes a sus propietarios. Pero la normalidad en los vuelos del fin de semana volvió a romperse por la Operación Salida. El 1 de julio, miércoles, 26 vuelos fueron cancelados y más de 200 volvieron a salir con retraso. El viento sur se alió con todos los problemas de Barajas para agudizar el colapso. Los aviones tuvieron que despegar en sentido contrario al habitual y las operaciones tuvieron que reducirse, obligatoriamente, en un 10%.
Algunos pasajeros sufrieron un tormento. Una familia argentina que había partido ese día desde Milán hacia Buenos Aires, pasando por Madrid, tuvo que esperar al día siguiente para llegar a su destino. Un vuelo de 16 horas duró 50. Otra familia argentina que llegaba de Roma y se dirigía a São Paulo (Brasil) sufrió una peripecia similar. Tras 24 horas de espera en un hotel de las afueras de Madrid, perdieron definitivamente el vuelo de conexión y tuvieron que anular los negocios que habían previsto en Brasil y se marcharon, muy irritados, a Buenos Aires. Carlos Medrano, presidente de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), resumió así el jueves lo que estaba pasando: "No ha existido una causa general" para explicar el colapso.
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