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Escuela de danza

Fue, hasta hace un par de años, una afamada droguería del barrio de Chamberí. La entrada estaba en la calle de Trafalgar y se desborda por la plaza de Olavide. En los estantes de La Popular se alinearon los mejores y más exóticos productos del dilatado comercio de drogas, cuando la palabra corresponde al "nombre genérico de sustancias minerales, vegetales o animales que se emplean en la medicina, en la industria o en las bellas artes", tal primera acepción que nos da el diccionario de la RAE. Del estropajo, el asperón, la escoba, hasta la pintura al duco, la cosmética americana y la alta perfumería francesa o española. Lo más parecido hoy, en Madrid, sería El Corte Inglés, salvando las dimensiones. De otros distritos, de la provincia, desde ciudades remotas acudía la fiel y exigente clientela de esta tienda, que conoció épocas muy prósperas. Como sucede a menudo en nuestra ciudad, la tradición menestral rara vez aguanta más de dos generaciones. Ignoro los pormenores que precedieron a su desaparición.No, esa esquina está libre de oficinas bancarias, se conoce que, en ese asunto, se ha llegado a la saturación, ¡aleluya! El exterior, pintado de un elegante verde oscuro, respetuoso con la morfología anterior, alberga la sede de una sorprendente escuela privada de música y danza que llamaba mi atención en los cortos recorridos hasta el cercano ambulatorio sanitario. Desde las vitrinas, una variada oferta palpitante: aprendizaje de baile indio, acrobacia, yoga, jam session, clases de tambor, de flamenco y clásico, enseñanza de jazz y cursillos de danza del vientre. Al dar la hora del mediodía, un rebaño de niños, entre los cuatro y los siete años, diestramente pastoreados, entran con cierto orden gorjeante. Era una proposición irresistible y me colé, tras ellos, en el espacioso recinto que albergó los surtidos anaqueles de la vieja droguería. Dos mujeres jóvenes mandan, orientan a la tropa infantil hacia los bajos, sin perderlos de vista, bajo el gesto expresivo de quienes tienen entre las manos un delicado y precioso material. Curioseo por la pieza. En un tablón de anuncios están fijadas las ofertas sin orden ni preferencia: "Se vende piano Kawai CX-45, dos pedales". (Pienso, estúpidamente, si también dispondrá de cierre centralizado, elevalunas eléctrico, airbag y dirección asistida). "Búscase cantante y teclista para grupo". "Compro saxo tenor". Para un casting corto "precísase hombre moreno, entre 30 y 35 años". Una canguro, estudiante de 19 años, responsable y con mucha experiencia, ofrece sus inestimables servicios".

Aparcados los pequeños y entretenidos por una de las profesoras, me atiende, con curioso recelo y simpatía, la que dice ser copropietaria del negocio, Patricia Monasterio, con Nydia Mohino, ambas músicas, saxofonistas y bailarinas profesionales, levantaron, con exitoso esfuerzo, el centro en una zona mollar de Madrid y a él dedican su talento. Jóvenes, atléticas, elásticas, humanistas, cambiaron de estado hace poco, y la llegada de los hijos ha forzado la vida sedentaria, conexa con la vocación, la experiencia y la precisión de ganarse la vida. "Muchísimo trabajo dedicado a los pequeños, y a los grandes. Iniciamos a los niños en la música, el teatro, las manualidades, el arte del relato, el desarrollo de la expresión corporal, los títeres, el uso de los instrumentos. Para los mayores convocamos a profesores de renombre, maestros prestigiosos en las disciplinas relacionadas con cualquiera de las modalidades. Este mes de julio alberga un seminario de piano y sección rítmica, con cuatro reputados especialistas hispanoamericanos, al que se accede por una moderada cuota de inscripción en el cursillo". Desde el sótano, alguien pide ayuda.

Es noticia reciente el aumento de la natalidad en España, que se había estancado o retrocedido, y esto supongo que vendrá de perillas a las dirigentes de la escuela y abre esperanzas en el espíritu de muchos padres jóvenes, que podrán librarse temporalmente de sus retoños mientras aprendan armonía, modales expresivos, imaginación musical, familiaridad con la guitarra, el piano, incluso el tambor, e inclinación y amor hacia las bellas artes. O sea, con valioso barro humano, se restituye la pintoresca variedad de la vieja droguería. Hay otros centros similares en nuestra filarmónica Villa.

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