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Escenas mundanas en el juzgado

Mario Conde se repantigó en una silla, y con gesto teatral se llevó la mano a la frente. "Me siento en una situación extraña porque llego desde la cárcel de Alcalá Meco, ya que fui condenado por el falso testimonio de los señores Navalón y Selva".Durante la declaración, demostró poseer una información muy precisa de lo que, según dice, está ocurriendo en Zúrich (Suiza), donde el fiscal Peter Cosandey, tramita la comisión rogatoria para determinar quién cobró los 600 millones de pesetas del caso Argentia Trust.

"Tengo el convencimiento de que desde que se remitió la comisión rogatoria se está tratando de destruir pruebas para que la información llegue adulterada", declaró. Asimismo, dijo que "lo que me transmiten" es que los "abogados de Navalón y Selva están amenazando con una querella criminal" a Cosandey.

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A pesar de que la sentencia no le ha condenado por quedarse para sí los 600 millones, sino por utilizar dinero del banco sin dar cuenta de él, Conde intenta montar una verdadera revisión del caso sin pasar por el recurso de revisión previsto por la ley. Lo quiere hacer a través del juez Coronado.

Ayer, Conde necesitó ir al lavabo. Un receso. Al regresar, tertulia. Conde dijo que "hay que ver cómo está la justicia, ¡qué falta de credibilidad! Porque, claro, hay magistrados del Tribunal Supremo, como Enrique Bacigalupo, que envían a ciertos abogados, como Antonio González Cuéllar, a clientes amigos suyos", dijo.

Conde se fía de sus periódicos amigos. No le importa saber si dicha información es veraz o no. En este caso, es falsa. Se puede entender la alegría de Conde. Bacigalupo formó parte de la Sala Segunda que confirmó la sentencia de Argentia Trust por apropiación. "Gestión desleal", ironizó ayer Conde.

Al pasar la declaración por ordenador, Conde apoyó su brazo sobre el oficial. "Ramón, eso, bien", le dijo poniéndose en cuclillas. El juez, misericordioso: "Por favor, señor Conde, siéntese usted, hombre".

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