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Una musa con un par

FÉLIX BAYÓN Hay directores de cine que odian en silencio a los actores, porque creen que vampirizan su trabajo, tienen un talante caprichoso y ganan más dinero que ellos. Sin embargo, no se conocen muchos casos de escritores que odien a sus criaturas. La causa puede estar en que, hasta ahora, un escritor podía matar a un personaje y quedar en la impunidad, mientras un director de cine no es capaz de hacer lo mismo con un actor sin tener que pagar por su crimen. Pero las cosas están cambiando. Misteriosamente, en Málaga, un personaje de novela ha salido de los libros, se ha puesto a pasear y está quitando protagonismo a los autores que le dieron vida. Se trata del ya notable Luisito Sanjuán, que tiene una corta pero intensa carrera como personaje. Su primer papel lo tuvo en el brillantísimo primer libro de Antonio Soler, Los héroes de la frontera. Allí Luisito Sanjuán era sólo L.S.S. Era un papel modesto. Se puede convenir que, en las novelas, aparecer con siglas equivale a un papel sin frase en el cine. Mera figuración. Hace dos años, dio el gran pelotazo y obtuvo el premio Herralde y el de la crítica con Las bailarinas muertas, obra en la que también colaboró, aunque sólo en el papel de autor, Antonio Soler. El sábado pasado, Luisito Sanjuán se hacía con el Premio Ateneo de Sevilla gracias a un papel breve y fantasmal. Mal negocio. Antes de este último premio, Luisito Sanjuán estaba ya intratable. Aparecía en todos los periódicos y hasta en espectáculos radiofónicos de máxima audiencia en los que sólo se habla de escritores que tienen la próstata como un balón de fútbol y nada más que cuando se mueren y si antes han ganado, al menos, el Nobel y el Cervantes. Con un premio más no sé qué va a ser de Luisito Sanjuán. Y es que no respeta nada. Incluso se permite apropiarse de lo que otros han escrito como si fuera cosa suya. Por ejemplo: Antonio Soler se inventó que Luisito Sanjuán, cuando era niño, jugaba al fútbol sin sacar las manos de los bolsillos del abrigo y hace pocos días lo hemos visto en un periódico dándole patadas a un balón en tan incómoda pose que sólo existía en la imaginación de Soler. Y esto que estamos viviendo es sólo el principio. Luisito Sanjuán está en otras muchas novelas en gestación. Va a aparecer en los próximos libros de los malagueños Garriga Vela y Alfredo Taján, y en el esperado estreno como novelista del poeta Juan Manuel Villalba. Está claro que aún le van a caer unos cuantos premios más. No hay novelista que pase por Málaga que no lo adopte: Martínez de Pisón, Pedro Zarraluki, Juan Bonilla, Lucía Etxebarría... Esta última adopción puede ser especialmente fructífera para Luisito, que, harto de jugar a la pelota con las manos en los bolsillos del abrigo, ambiciona protagonizar escenas tórridas. Porque, no nos engañemos, este personaje que se está haciendo más importante que los autores que lo tutelan siempre está pensando en lo mismo. Los premios le traen sin cuidado y sólo le importan los aspectos más prosaicos de la popularidad. A él no le interesa ni el Planeta, ni el Nobel, ni el Cervantes. A él lo que realmente le gustaría es ganar el premio Sonrisa Vertical. No tiene arreglo.

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