La quiebra del Gobierno vasco pone en evidencia las tensiones en el PSE
Los socialistas vascos quebraron ayer 12 años de fructífera relación en el Gobierno autónomo. El Ejecutivo no pudo soportar la tensión originada por los últimos acuerdos entre el PNV y HB y ardió desde dentro de un partido socialista que sigue en proceso de cambios internos. El nuevo secretario general del PSE, Nicolás Redondo Terreros, no amagó esta vez como en la época de Ramón Jáuregui para luego volver las aguas a su cauce. Esta vez rompió con el debate de la Constitución en el fondo de la polémica.
Redondo reconoció ayer que ha llegado a la secretaría del PSE para asumir riesgos "no para acomodarme". "Por eso los liderazgos siempre están en juego, sobre todo el mío", añadió.Después de cinco horas de debate "profundo, intenso, pero sereno", las caras de los socialistas tras la discusión evidenciaban el resultado de la votación. El alcalde de Ermua, Carlos Totorika, fue el primero en abandonar el hotel que acogió la reunión. Después fue el alcalde de San Sebastián, Odon Elorza. Aunque ninguno de ellos hizo declaraciones, Elorza estaba apesadumbrado. Sólo sopló con cierta resignación a la pregunta de cómo había ido la votación. Los guipuzcoanos del PSE perdieron una batalla política a pesar de haber sido los causantes de soportar la nueva mayoría que aupó a Redondo en el III Congreso del PSE. Los seis votos en contra de la propuesta de Redondo y las dos abstenciones no consiguieron parar la coyuntural alianza entre los socialistas de Vizcaya y los de Álava, que sumaron 16 votos.
El propio Redondo reconoció que la estabilidad interna del PSE se ve afectada después de este tipo de decisiones, pero a renglón seguido se mostró absolutamente convencido de que el partido seguirá adelante en la preparación de las elecciones sin fisuras. "Un partido siempre se resiente después de cosas como estas, pero yo personalmente intentaré reconducirlo", dijo.
Ayer varios dirigentes socialistas intentaron convocar con carácter de urgencia un comité nacional para minimizar la previsible decisión, pero no lo consiguieron. Los guipuzcoanos argumentaron que la ruptura a estas alturas del curso no iba a satisfacer ninguna de las demandas frente a los nacionalistas. Precisamente los mismos socialistas guipuzcoanos con los que Redondo materializó su alianza el pasado octubre, aún a costa de que los alaveses, y parte del anterior equipo de confianza de Ramón Jáuregui, se sintiera marginado. Ayer las cosas dieron un giro de 180 grados. Fueron los alaveses y los vizcaínos quienes ganaron una de las decisiones más importantes desde que la consejera Rosa Díez y el propio Redondo firmaran la paz tras competir por la candidatura a lehendakari.
La colaboración entre el PNV y el PSE surgió tras la escisión de los de Xabier Arzalluz, que diezmó el partido. Los socialistas, que ganaron en 1986 las elecciones al Parlamento vasco al conseguir más escaños que el PNV, aunque consiguieron menos votos, cedieron la presidencia al lehendakari Ardanza.
Tras aquella primera experiencia, la crisis más sonada llegó durante el debate de una propuesta no de ley sobre el derecho de autodeterminación. En aquella época los socialistas vieron cómo el PNV, Eusko Alkartasuna y la extinta EE sacaron adelante una proposición en la que convirtieron al Parlamento de Vitoria en el depositario del derecho de autodeterminación. Un hecho simbólico, pero de fuerte contenido político, y ante el cual el PSE amagó con romper el pacto de legislatura, pero finalmente siguió adelante.
La segunda gran crisis llegó con una de las habituales y lapidarias frases del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, al asegurar que el lehendakari José Antonio Ardanza tenía que taparse la nariz para gobernar con el PSE.
Ramón Jáuregui se plantó en aquella ocasión, pero sirvió una conferencia de prensa de Ardanza en la que dijo que aquello no era cierto para que el PSE siguiera adelante. En los 12 años, el Gobierno vasco ha crecido a buen ritmo, asumiendo gran parte de las competencias que tiene el Estatuto.
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