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Tribuna:PRIMARIAS SOCIALISTAS
Tribuna
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Votando primarias

En la medida en que las primarias significan una modificación de los procedimientos de selección de candidatos, las votaciones que se realizaron el sábado pasado en distintos lugares de España y también en Valencia constituyen el inicio indudable de una reforma electoral. Por supuesto que se puede entrar en una larga discusión sobre lo que es o no es un proceso de primarias, pero lo cierto es que la elección democrática de candidatos se está convirtiendo en un valor político a lo largo y ancho de las democracias occidentales. Lo que ocurre es que existen en una sorprendente diversidad de formas, en función de la facilidad con la que puede participar el votante, según la normativa aplicada, el número de votantes que participa o la cantidad de votantes necesarios para el nombramiento, por poner unos ejemplos. En este sentido, las primarias socialistas acaban de terminar, pero la experiencia sólo está empezando entre nosotros y todavía habrá que valorar muchos aspectos. Ahora bien, una vez realizada la primera experiencia parece inevitable que se generalice alguna de sus múltiples variantes o que se admita su diversidad, pero defendiendo siempre su conveniencia para una participación más popular, para mejorar la representación y para clarificar el mandato del candidato. Sin embargo, esta valoración estaría incompleta si no se introducen en el análisis de estas primarias dos aspectos peculiares: su diseño experimental y sus intenciones purificadoras. Porque es evidente que estas elecciones no surgieron por exigencia de las bases sino por una estrategia elaborada de arriba abajo; eso explica también que se realizaran primero las estatales, marcando la pauta de la competición, y luego las autonómicas y municipales. En Valencia, por ejemplo, se gastó más energía y hubo mayor tensión electoral en la campaña a la presidencia que a las alcaldías, lo que sin duda es un fallo político a medio plazo. El experimento tendrá todavía que convertirse en una experiencia favorable, y la experiencia en un valor político reconocido por todos. En cuanto al valor añadido de estas primarias, su intención de purificar antiguos errores, de lavar los pecados cometidos, habrá que esperar algo más para saber si la penitencia está cumplida, pero en principio el tratamiento parece eficaz. El Partido Socialista no sólo se está apuntando el tanto de haber iniciado esta reforma electoral, acaparando una buena parte de la atención pública de una forma positiva, sino que son sus propios militantes los que aplican la penitencia a algunos líderes que representan el pasado inmediato, como ocurrió con Almunia y ahora con Leguina, votando a candidatos que de alguna manera simbolizan la crítica o la renovación, como es el caso de Romero en las primarias valencianas. La campaña valenciana estuvo marcada por cierta inexperiencia en los procesos primarios, y por mucha tensión y muchas indecisiones en las presentaciones a candidato; el baile hacia delante y hacia atrás de Carmen Alborch fue muy visible y suficientemente comentado, pero sin duda existieron otras indecisiones y deliberaciones muy intensas y menos conocidas. La campaña en sí misma se realizó un poco a la antigua, con demasiado movimiento físico y poco movimiento mediático y digital, al margen de las discusiones por un buzón más o menos o por el apellido empleado en su dirección. La participación ha sido superior al 50% y es más que suficiente para este tipo de procesos; posiblemente es una participación superior a las que se obtenga en el futuro, como ocurre casi siempre en los estrenos. La interpretación de los resultados a la presidencia de la Generalitat, al margen del evidente triunfo de Romero, apunta en primer lugar a una escasa diferenciación entre ellos, puesto que se reparten con cierto equilibrio la voluntad de los votantes, cosa que no ocurre igual en los resultados de las alcaldías. Según las investigaciones sobre primarias de otros países, la decisión del votante es el resultado, entre otros factores, del impacto de los temas de campaña, de la ideología, de la personalidad del candidato, de la mayor o menor identificación con el partido y de algunos aspectos de tipo demográfico. Sin embargo, los resultados disponibles indican siempre que la personalidad del candidato y sus cualidades particulares son siempre los que inciden con más fuerza en la decisión del voto primario. Es cierto que a lo largo de la campaña se produce cierto aprendizaje tanto en los candidatos como en los electores, pero en este caso el espacio de tiempo era muy limitado y las primeras impresiones fueron más importantes. Ródenas comenzó con una imagen muy nítida, muy clara, dejando para más adelante las posturas confusas, y terminó suavizando sus cualidades mediante un compromiso de futuro lleno de participación, empeño y como tarea de todos. Un tercio de los votantes la perciben como una oferta interesante en el debate político valenciano. Antonio Asunción contaba con una imagen familiar y conocida, tanto desde Valencia como desde su labor anterior en el gobierno central, y destacó su experiencia, su deseo de ganar, su coraje y su fuerza de voluntad. No varió mucho su imagen a lo largo de la campaña, sólo quizá matizada al final por cierta inquietud por conseguir hacerse comprender, por aceptar los resultados y abrirse un poco a los mensajes de los demás. Romero realizó un esfuerzo importante por adaptar su discurso a la evolución de la campaña, pero con muy poco tiempo para conseguir su efecto, aunque suficiente a juzgar por el resultado. Comenzó como abanderado de una nueva política, centrada en el ciudadano, en los nuevos valores y en la participación, siempre con dos protagonistas en su imagen: los ciudadanos y la confianza. En los momentos finales de la campaña intentó desplazar las divisiones y luchas internas hacia el enemigo exterior, hacia el gobierno Zaplana, destacando así la competición y el sentido de las primarias como triunfo sobre la derecha. Por último, merece la pena comentar algunos aspectos de los resultados obtenidos por comarcas. En una primera visión superficial, parece existir una tendencia a que la disputa por el voto se produzca entre la imagen de Romero y los otros dos candidatos; es decir, no parecen competir tanto Asunción y Ródenas entre sí como ellos frente a Romero, lo que explicaría en parte el resultado definitivo y uno de los errores graves en la estrategia de los dos candidatos perdedores. Por otro lado, parece que Asunción está más aceptado donde existe un censo amplio y, al mismo tiempo, cuando se da una alta participación, la tendencia contraria en Ródenas y un poco más marcada todavía en Romero. Pero se necesitan análisis más completos. Lo que realmente importa ahora es conocer el impacto de estas primarias en la vida política valenciana y seguir de cerca la evolución de Romero en su aprendizaje como corredor de fondo, en la confianza que va desarrollando en sí mismo y en su capacidad para integrar las otras dos tendencias que quedan fuera. Mientras tanto el gobierno Zaplana ya no puede decir que tiene un blanco móvil, ya tiene un contendiente político con el que medir su imagen y sus esfuerzos para demostrar quién es más conveniente para el futuro de nuestra comunidad. Parece que todo el mundo ya está en su sitio.

Julio Seoane es catedrático de Psicología Social de la Universidad de Valencia.

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