Boca y sepulcro
Este año en que tantos horrores se dicen y cometen en nombre y celebración de Federico García Lorca, es un respiro que surja una pieza como es el estreno mundial de Vals patético , una iniciativa de José Antonio y coproducida por el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, evento que amplía en su oferta el espectro de la danza en su variedad y formatos .Vals patético no es ni un ballet conmemorativo ni un encargo. La sugerencia del poeta, sus creencias y destino, aparecen dentro de un tono de baile coral y elegante que huye de cualquier localismo. La base, que nunca argumento, de esta pieza es el Pequeño vals vienés, al que Cohen puso música y que sería dificilísimo imaginar ahora en otra voz que no sea en la de Enrique Morente. El apoyo sonoro se completa con dos extractos compuestos por Lito Vitale y con un puente de percusión en directo que termina de unir dos músicas diferentes entre las que no hay, por magia de la poesía escénica misma, fisura alguna.
Compañía Andaluza de Danza
Latido flamenco: Manolete / creación colectiva; Vals patético (estreno mundial): coreografía: José Antonio; música: Enrique Morente y Leonard Cohen (texto de Federico García Lorca) y Lito Vitale; vestuario: Jesús del Pozo; iluminación: Nicolás Fischtel. Cosas de payos: Javier Latorre / Enrique Morente y Antonio Robledo. Jardines del Generalife, Granada. 27 de junio.
Vals patético es surrealista, verdadera postvanguardia que añora a distancia y reverencia las vanguardias; un ambiente oscuro (digamos, de café vienés de los años 20) sirve de marco a la aparición de una especie de ángel negro. Pero precisemos: es en realidad ese símbolo trascendente , fatal y letal, que es la mujer/muerte/poesía.
La música surge y envuelve como arma de seducción y también de muerte, que a veces (el poeta lo sabía) significan lo mismo. En medio de ello surge la pasión, el arte de distinguir entre el cielo y el suelo al hombre, y la música otra vez, el ritmo de vals no se apiada del poeta y lo envuelve en busca de expresar un estremecimiento en el que añora desde todos los ángulos y todos los espejos una boca que será sin duda el plano inclinado donde deriva toda pasión ingrata.
El Generalife, con su público generalmente frío, aplaudió esta pieza dura y nada sencilla donde es evidente encontrar la nueva impronta y perfil del conjunto andaluz. Aída Gómez, como principal bailarina invitada, interpretó un papel dúctil en su mejor cuerda expresiva y técnica. Ella y José Antonio constituyen una pareja en la que se aúnan el fondo estrictamente profesional con la entrega, y es por eso que bailen lo que bailen el resultado es altísimo.
Las luces no ayudaron lo suficiente, pero a pesar de ello los apenas 15 minutos de duración de este estreno lograron estremecer y emocionar. Al final, el bailarín queda difuminado en el espacio y esa esencia junto a una estrella fugaz que pareció caer desde lo alto precisamente sobre el escenario lo resumen todo.
El trabajo de diseño de trajes de Jesús del Pozo resulta perfecto y al final la mesa de blanco mantel se convierte en sepulcro y mortaja. Mientras, el pequeño coro de cuatro hombres transporta a La Muerte. El vals quedó temblando en las ramas.
Babelia
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