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Tribuna
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Las primarias con descodificador

Un amigo, aficionado al psicoanálisis, suele explicar las desavenencias conyugales con un ejemplo ilustrativo: "Cuando discuto con mi mujer sobre el color de las cortinas, me tranquilizaría saber que sólo se está hablando del color de las cortinas". Casi siempre, lo que hay debajo, lo que no se menciona, explica ciertos comportamientos y reacciones.¿De qué se trata en las primarias del partido socialista? ¿Qué se decide en ellas; qué es lo que realmente se ventila en estas competiciones; qué, en su novedad, produce tanta curiosidad a propios y extraños? ¿En qué clave votan los afiliados, convertidos en protagonistas de decisiones que hasta ahora tomaban los dirigentes?

Se trata de elegir a un candidato para unas elecciones y, sin embargo, se tiene la sensación de que para algunos no sólo -ni siquiera principalmente- se trata de eso. Las primarias han demostrado ser un honrado y excelente método para seleccionar un líder electoral, mas para algunos son ocasión para ajustar cuentas pendientes, devolver viejos agravios, derrotar a los enemigos internos, hacer y deshacer coaliciones, corrientes y tendencias; es decir, para todas esas cosas que apasionan a unos pocos dentro de los partidos y aburren mortalmente al resto de la humanidad.

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El caballo de batalla de Borrell en las anteriores primarias fue convencer a los afiliados socialistas de que sólo se trataba de elegir al mejor candidato para las elecciones generales. No de derribar al secretario general ni de asaltar el poder interno, ni siquiera de cambiar la relación de fuerzas o de crear una nueva tendencia: simplemente, de elegir a la persona más adecuada para enfrentarse a la derecha y representar la alternativa socialista en las elecciones. El mensaje de Borrell llegó eficazmente a su destino, y ésa fue una de las claves de su victoria. Si pensamos en Madrid y buscamos un alcalde socialista para esta ciudad, es difícil encontrar a alguien con un perfil más adecuado que el de Joaquín Leguina. Tiene experiencia sobrada, pero también ideas de futuro. Es político, pero también hombre de la cultura. Tiene demostrada su capacidad de gestión y de gobierno, pero también de representación de esta ciudad-escaparate. Conoce como nadie los problemas de Madrid y, sobre todo, promete ser un eficaz, temible y contundente rival de una derecha que desde hace 10 años gobierna Madrid. Si hablamos de Madrid, pues, la decisión es clara. Fernando Morán tiene un cúmulo de virtudes políticas y personales, pero es evidente, para cualquiera que tenga ojos en la cara, que su lugar en la vida en estos momentos no es la alcaldía de Madrid. Lo saben los socialistas, lo saben quienes promueven su candidatura y probablemente lo sabe el propio Morán. Quienes le han pedido que se embarcara en estas primarias quizá no buscaban tanto un regidor para Madrid, sino alguien que con su prestigio internacional podría servirles a sus intereses internos.

Los madrileños llevamos unos años, desgraciadamente, sintiendo una sana envidia por Barcelona. Quienes van allí han podido contemplar la transformación de la ciudad, su apuesta por la modernidad, la renovación estética y urbanística, su vitalidad, la creciente identificación de los barceloneses con su ciudad. Y todos lo comparamos entristecidos con el feísmo hortera y ramplón, la hosquedad, el silencio y la cutrez que se han apoderado de Madrid de la mano de Álvarez del Manzano.

Barcelona ha tenido durante años un gran alcalde socialista, Pasqual Maragall. Concluido su periodo al frente del Ayuntamiento, y ante la perspectiva de unas elecciones autonómicas, los miembros del PSC no han tenido dudas: todos los sectores del partido se han volcado en convencer a Maragall -obviamente, el mejor candidato posible- de que acepte enfrentarse a Pujol para intentar ganar la Generalitat.

La Comunidad ha tenido durante 12 años un buen presidente en Joaquín Leguina. Todos reconocen su labor. Los socialistas, más que nadie, deberían sentirse orgullosos de ella y proclamarla y defenderla. Ante unas elecciones municipales, Leguina se muestra dispuesto a intentar recuperar para la izquierda el Ayuntamiento de Madrid. Resulta deprimente que algunos partidarios de Morán, quizá obnubilados por el fragor, se hayan atrevido a lanzar muy injustas críticas contra algunos aspectos de la gestión que los socialistas realizamos durante esos 12 años en la Comunidad de Madrid.

Nos gusta Morán. Siempre nos ha gustado, incluso cuando algunos de los que ahora le apoyan le ponían feroces vetos. Pero una cosa es Morán y otra su circunstancia. Quienes le rodean en esta tesitura. La fotografía de Morán rodeado -en el doble sentido de la palabra- por sus circunstanciales padrinos sugiere cualquier cosa menos la perspectiva de una oferta atractiva de futuro para los ciudadanos de Madrid. ¿De qué se trata en realidad? ¿Se trata de petrificar la actual situación -interna y externa-, de montar una plataforma para relanzar la batalla en la FSM, de presentar al cobro viejas y nuevas facturas internas?

Nos parece, sin embargo, que se debiera de tratar, en primer lugar, de que a Álvarez del Manzano se le acabe la buena vida. Que empiece a conocer, desde el próximo lunes y hasta el día de las elecciones, lo que es una auténtica crítica social. Se trata de poner sobre 1a mesa un proyecto de regeneración de Madrid que nos saque de la depresión en que nos ha metido este alcalde.

Se trata de movilizar, de verdad, a todos los progresistas para ganar, y se trata de tener un alcalde socialista capaz de liderar a la izquierda desde un proyecto de gobierno municipal al servicio de la gente, y no de los constructores de túneles y los especuladores de suelo. Si de eso se trata, si los afiliados socialistas ante las urnas evocan el "pongamos que hablo de Madrid", la racionalidad dice que debe ganar Leguina. Y nosotros pretendemos contribuir a ello con nuestro voto.

Javier Ledesma es diputado regional (PSOE). También firman este artículo Javier Muñoz Aizpuru y Enrique Jiménez Larrea.

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