"Suena el timbre, se acabó el recreo"
Zubizarreta leyó un emotivo testamento futbolístico en su despedida
Fue el suyo un largo y sentido adiós, tan grande y humano como su cuerpo, tan emotivo como su corazón. Nunca dos minutos y treinta y dos segundos habían cundido tanto en una selección de muy pocas palabras. Justo en la hora del angelus, vestido ya de calle, una señal inequívoca de su retirada, el señor Andoni Zubizarreta articuló un discurso a la altura de la trayectoria deportiva de Zubi, portero del equipo español durante 126 partidos, santo y seña del grupo de Javier Clemente y punto de referencia obligado para entender la historia reciente del fútbol del país.Puso esa cara de niño que tiene; bajó la mirada, porque no habría resistido la emotividad que desprendían los rostros de los periodistas y seguramente habría llorado; se sacó unos papeles: "Hoy, la rueda de prensa, permitidme que la lleve yo. Me voy a limitar a leer unas líneas que he escrito esta noche o mejor esta mañana, que lo dicen todo, que lo aclaran todo. Gracias". Y, aliviado, bajó la vista y empezó a relatar una historia que sonó tan dulce como un cuento de hadas.
"Por fin, y como siempre antes de tiempo, se acabó el recreo. Y por fin hay que dejar de jugar. Por fin ha llegado ese día que un futbolista nunca sabe cual será y que yo he tenido la suerte de poder elegir. Por fin llega el momento de decirles adiós a todos; al fútbol, a los campos, a las pretemporadas, a las polémicas; adiós a los nervios y a las tensiones, a los viajes, a los madrugones, a los golpes, a las lesiones -hace una pausa en su carta para alertar de que sin el ruido ambiental, "todo quedaría mucho mejor"- Os voy a echar mucho de menos".
"Éste también es un momento para sentirme orgulloso, orgulloso de haber sido honrado conmigo mismo, orgulloso de lo que he logrado y también de cómo lo he logrado, orgulloso porque sé que el fútbol no regala nunca nada.
Suele ser éste también el momento de los agradecimientos, agradecimientos a todos los que confiaron en mi desde que me decidí a jugar al fútbol, agradecimiento a quienes me enseñaron a entender y a vivir este deporte. Lógicamente es el momento de recordar a los clubes y entrenadores que tuve o que he tenido y que confiaron en mi. Pero especialmente hay una persona que nunca ha dudado de mi, que con su confianza me ha quitado mis nervios, alguien que siempre ha tenido una frase, una llamada, un gesto, en los malos momentos. Gracias Javi. El fútbol te necesita. Aún pasando por estos momentos difíciles, te necesitamos. Necesitamos que sigas ayudando a nuestros futbolistas, que sigas ayudando a nuestro fútbol".
"No puedo acabar sin recordar a quienes más han sufrido, a los que han convivido conmigo en los malos momentos y me han acercado al suelo siempre. A mi familia. Siempre me habéis dado vuestro cariño, sobretodo cuando yo os daba disgustos. Siempre habéis sido mi referencia y mi apoyo. Gracias. Y Gracias Anne, sin ti, nunca esta historia, al fin y al cabo, nada más que una historia de los sueños realizados de un niño de Aretxabaleta, que los domingos por la tarde se dejaba llevar por la imaginación para ser Iribar. Decía Anne que sin ti, esta historia nunca hubiese sido así. Un beso".
"Señores, suena el timbre, se acabó el recreo. Solo queda decirles adiós, hasta siempre. Muchas gracias. Se acabó".
Una atronadora ovación cerró su testamento futbolístico, presidido por el recuerdo hacia Clemente y hacia su esposa Anne. Cumplidos los 36, Zubi volvió al regazo familiar. Tomó el coche de la mano de su padre y con su último balón bajo el brazo -el del partido del miércoles-, se marchó con la misma discreción con la que llegó. "Es un ejemplo para todos", apuntó Julen Guerrero, tras la sombra de Andoni.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.