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Tribuna
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Negocio decreciente

La Bolsa española efectuó ayer uno de esos difíciles ejercicios en los que se obtiene un resultado brillante con unos medios pequeños. Los inversores siguen fuera del mercado, pero la Bolsa se permitió integrarse en la tendencia global y terminar con una subida del 1,19% en el índice general de Madrid. La contratación se inscribe entre las más bajas del año y pone el acento en la enorme desconfianza que despierta la situación de Japón. El hecho de que el índice Nikkei volviera a bajar hasta muy cerca el nivel de los 15.000 yenes —detonante de la anterior caída de las bolsas junto con el yen— fue la causa principal de esta ausencia de dinero en el mercado, pero los grandes valores del Ibex 35 apostaron fuerte y, aunque sólo 10 concentraron el 80% del mercado, consiguieron sacar la sesión adelante.

Para los inversores particulares, los actuales bandazos del mercado son una fuente de incertidumbre respecto del futuro inmediato de sus ahorros, puesto que estos inversores no están acostumbrados a correr riesgos con su dinero y son muchos los que cancelan sus posiciones como medida preventiva. En realidad, si a esta sesión se le quitan los esfuerzos del Santander y del Bilbao Vizcaya por ser los primeros en precio y en atención a sus accionistas, junto con los constantes intentos de mejora de las empresas privatizadas para frenar el número de posibles descontentos, queda un mercado en el que el temor a una nueva crisis es más fuerte que la posibilidad de incrementar las ganancias.

El mercado de deuda mantuvo posiciones debido a la tendencia a la baja que parece imponerse en los últimos días y porque en momentos de crisis es un refugio excelente para el dinero. La rentabilidad de la deuda a 10 años bajó hasta el 4,99%, pero el diferencial con Alemania continúa anclado en 0,23 puntos, lo que supone una prima de riesgo para el mercado español que los analistas no se explican. Wall Street, que empujó con su subida a las bolsas españolas, cerró con una ganancia del 1,35% a 8.828, 46 puntos.

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