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Baile hasta la madrugada

La amplia oferta musical de las barracas populares atrae a miles de amantes de la fiesta y la diversión.Ni siquiera la resaca tras un fin de semana de juerga continua y el hecho de que ayer fuera día laborable impidió que miles de alicantinos continuaran viviendo las Fogueres de Sant Joan como deben vivirse: en la calle. Por la noche, las barracas, tradicionales y populares, diseminadas por las calles de Alicante, ofrecen baile y diversión hasta altas horas de la madrugada. El problema de las tradicionales es que, la mayor parte de las ocasiones, es necesario ser miembro de la barraca para participar de la fiesta. Ese es uno de los motivos por los que la gente acude en masa a las barracas llamadas populares, de entrada gratuita y que acogen a gente de toda condición, atraídos por la música programada por la cadena SER y la COPE en sus respectivos emplazamientos. El lunes por la noche, la barraca de la COPE sufrió la decepción de verse obligada a cancelar la actuación de Sleepy LaBeef, que telefoneó desde Oklahoma para comunicar que un temporal le impedía acudir a su cita con los alicantinos. La barraca de la cadena SER, sin embargo, sí logró atraer a un millar de personas que contemplaron el trasvase de artistas sobre el escenario. Aunque la noche distó mucho del lleno registrado el sábado, propiciado por la llegada de visitantes de los pueblos limítrofes a la capital, el público respondió a la llamada de bazas como el cantante autóctono Edu, que recibió piropos y gritos de admiración por parte de sus jóvenes seguidoras, que coparon las primeras filas para ver de cerca a sus ídolos. En la noche del lunes, actuaron en la barraca de la SER, entre otros, Mar, una joven cantautora lírica madrileña; Lydia, cantante pop apadrinada por David Summers y Carlos Valenciaga. Todos supieron conectar inmediatamente con el público, a pesar de alguna anécdota como la de Lydia, que se ganó una pitada -medio en serio, medio en broma- cuando inició su recital gritando: "¡arriba, Valencia!" El público que ayer se congregó en la barraca de la SER para contemplar las actuaciones era variopinto. Parejas, grupos de amigos y familias enteras observaban el trasvase de artistas sobre el escenario. Algún que otro marchoso meneaba el cuerpo o seguía el ritmo con el pie. Los más parecían llevar sobre los hombros el peso de tres noches de cumplimiento estricto de la francachela fogueril, pero aguantaron hasta el final. Las estrellas del cartel eran OBK, curtido dúo tecno-pop de las Baleares, y su salida al escenario coincidió con la mayor afluencia de público. Poco antes había comenzado a llover. Unas gotas dispersas, pero firmes, de tormenta, contribuyeron a refrescar el ambiente de una noche calurosa. El público no se achantó y permaneció atento a la aparición de los principales herederos hispanos del legado más romántico de Depeche Mode, premonizada por una atmósfera in crescendo procedente de los sintetizadores situados al fondo del escenario. Apareció la banda envuelta en humo y por los graves de una base cercana a los cánones del bakalao más amable. OBK guardaron su exitoso Historias de amor para el final del concierto. Fue el momento de la noche que mayores aplausos cosechó. Anoche, la reaparición de la mítica banda de los ochenta Golpes Bajos, volvió a congregar a un numeroso grupo de nostálgicos y jóvenes de nueva generación ansiosos por descubrir el secreto de ese grupo del que tanto le han hablado sus hermanos mayores.

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