_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alejandrópolis: una pesadilla

Uno de los primeros síntomas del rapado arbóreo al que la derecha municipal iba a someter a la ciudad fue la actuación en Plaza del Triunfo y Callejón del Agua. A partir de ahí, se inició un proceso de trampa estadística en el que se anuncian plantaciones de árboles y apertura de parques (lo que es cierto: aunque muchas veces son caricaturas liliputienses como la naranjomanía del centro o la ridiculez de la Buhaira), mientras caen por docenas los árboles en los barrios y en el centro histórico. La Junta -simbolizando su actitud ante el desastre de Aznalcóllar- se sumó a la operación dejando la fachada del Palacio de San Telmo sin su pantalla verde, expuesta a la mordida del sol y a la admiración de los catetos que opinan que los árboles tapan las bellezas monumentales. La penúltima barbaridad es el plan del aparcamiento de la Alameda, que contempla la desaparición de su arboleda. Y la última -ésta ya no proyecto, sino realidad- ha sido la tala de todos los árboles que van desde la Campana hasta la Encarnación. Volverán a decir que estaban enfermos: pues que los cuiden; que replantarán: pues que lo hagan bien, no con los arbolillos esmirriados que tienen menos posibilidades de sobrevivir que un espermatozoide en el útero marmóreo de la Venus de Milo; que las obras hicieron necesario cortarlos: mentira, porque en todas las ciudades civilizadas las obras no significan tala indiscriminada de árboles. Las múltiples morales del Ayuntamiento de la derecha no se limitan al patrimonio arbóreo; afectan también al monumental y al cotidiano. Mientras finaliza la instalación de los horrendos toldos estáticos de plástico, con sus anuncios de Coca-Cola bien estampados, el vicepresidente de la Gerencia de Urbanismo presentó la nueva ordenanza de publicidad. ¿Quién da más? Lo terrorífico es que con motivo de esta presentación se confirmó que el vicepresidente y la Gerencia tienen una idea de ciudad: "durante muchos años -dijo Rojas-Marcos- hemos venido desarrollando una actuación importante en rehabilitación de monumentos y edificios, y modificando el estilo anterior en lo que se refiere a la pavimentación de calles y plazas nos hemos encontrado con un inconveniente y es que en calles y lugares en los que hemos intervenido implantando un determinado estilo, se han visto alteradas por un auténtico desorden publicitario...". Si la publicidad es un factor de alteración del proyecto de ciudad del PA, por pura desesperación, algunos preferiremos una Sevilla a lo Blade Runner o una calle Sierpes convertida en la Main Street de Las Vegas antes que la pavorosa Alejandrópolis en que el PA está transformando a la ciudad. Porque nada es peor que esta mentira a medias del estilo PA, que pervierte y degrada formas y símbolos tomados del patrimonio de la ciudad, haciendo creer a los incautos que estas caricaturas son la esencia y la verdad de Sevilla. Tras el desarrollismo franquista, nadie ha hecho más daño a la ciudad que el PA, con la complicidad del PP: la alcaldesa no podrá seguir mirando hacia otro lado mientras su primer teniente de alcalde destroza la ciudad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_