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Espiritismo

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA Algunos espiritistas tratan de resucitar a Vicente González Lizondo, quien, por recuperar la generosa expresión del arzobispo de Valencia, está en el cielo junto a Sant Vicent Ferrer. No sería extraño que en el futuro también le llegase la canonización. Uno fue tan integrista como el otro, cada cual en su asunto (también aquí fueron semejantes), y los prodigios de ambos estuvieron más cerca de Bernat i Baldoví que de la narrativa milagrera habitual. Pero mientras eso llega, algunos espiritistas agitan la ouija para que Lizondo deje de acompañar a Sant Vicent Ferrer y regrese a través de la energía que concitará un festival de emociones que se celebrará pasado mañana. Zaplana ya ha dilucidado que le interesa una Unión Valenciana extraparlamentaria. Apenas un año antes no sabía si alimentarla o secarla. Hoy ya ha tomado una decisión a tenor de los sondeos que conoce y trata de ajustarlos a su interés. Un muerto ha sido llamado a hacer parte del trabajo. Nada más indicado. La muerte siempre ha sido un elemento primordial en las relaciones entre el PP y UV. El momento más vital de UV coincidió con el más moribundo del PP. Luego se revitalizaron los populares y los regionalistas quedaron en el umbral del estertor, aunque a esta agonía le sacaron el rendimiento esplendoroso de una coyuntura en la que el PP requería justo lo que medía su lápida para trepar hasta el poder. Siempre fueron vasos comunicantes. Incluso los difuntos de un partido renacen a menudo en el otro, como es el caso, pero las dimensiones proporcionales de cada formación y el solapamiento del mercado dificultan de forma dramática su coexistencia: la vida de una supone la muerte de la otra. Ahora Lizondo resucita a instancias del PP para producir una sangría electoral a su antiguo partido: siempre fue un instrumento en las manos que le crearon. Lo es depués de muerto: agitan su memoria para beneficiar a un tercero. UV ha tratado de quitarse este muerto de encima desde que la realidad le indicó que un partido nacido de la reacción debía reconducir sus energías hacia el raciocinio si quería disponer de alguna posibilidad de futuro. Pero no lo ha hecho bastante para ser inmune al fantasma que le acosa.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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