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Tribuna:DE PASADA
Tribuna
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Constructores

Los constructores y promotores de Granada tienen su sede social en un edificio inspirado en una versión lóbrega de la 13, Rue del Percebe. Quizá reunirse allí, entre paredes con la cal saltada por la humedad y con intrincados dibujos de colores tristes y mohosos que evocan mapas de ciudades lluviosas y otoñales, suponga algún misterioso incentivo para las personas encargadas de construir la ciudad, pero para los informadores cada visita nos cuesta una leve depresión, un pequeño desgarro interior parecido al que produce la visión fugaz de los suburbios de las grande ciudades. Es un edificio estrecho y oscuro al que se entra por un corto pasillo sumido en la penumbra al final del cual el visitante topa con un antiquísimo ascensor provisto de puertas abatibles y protegido de arriba a abajo por una armadura de metal. Junto a la entrada del elevador hay una puerta de madera de tonos apagados que conduce, según consta en un rótulo, a la sala de máquinas. ¿Serán las máquinas que mueven los precios del suelo Granada? Sobre ella los propietarios del edificio han colocado un cartel con profusas advertencias y recomendaciones quizá con el objetivo de disuadir a las visitas más aventureras y porfiadas en usar el ascensor. La subida por las escaleras no es menos arriesgada, pero al menos uno no queda expuesto al capricho del elevador ni de las secretas poleas que se activan en la sala de máquinas. Por eso cuando por fin el periodista corona el rellano del segundo piso tiene la impresión de que la discreta luminosidad que emana del interior de la sede social de los constructores es en realidad un resplandor iridiscente que da la bienvenida a los que se han atrevido a escalar la tenebrosa senda. El jueves, una vez que los informadores sorteamos las acechanzas de las escaleras y nos sentamos con el alma un poco encogida en el salón de actos, el presidente de los empresarios, Emiliano Rodríguez, anunció con un gesto de fatalismo que había recomendado a sus socios que no invirtieran una peseta en rehabilitar la ciudad a causa de las trabas administrativas. Desde ese día he abandonado definitivamente cualquier esperanza. ¡Oremos, hermanos, por el gremio de los constructores!

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