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Fútbol de autor La pegada rumana de Ilie resuelve ante Colombia

Carlos Arribas

Fútbol-concepto. Fútbol de escuela. Fútbol de fe. Y fútbol de individuos. Rumania y Colombia propusieron un choque de estilos que demostró que cualquier forma puede ser buena para enfrentarse al desafío de encender la luz futbolística, siempre que sea coherente con el balón, con el juego colectivo. Y siempre que no sepulte el talento individual. Colombia, el fútbol alegre y trabado. Rumania, el fútbol físico y directo. Colombia, el tirabuzón de Valderrama, el despliegue de Lozano, la inventiva de Rincón y Asprilla. Rumania, la sabiduría de Hagi, la velocidad y el disparo de Ilie, la solidez de Popescu. Definió para Rumania su mejor pegada, la mejor llegada de su mejor jugador, Adrian Ilie.En Colombia les gustaría ser holandeses. Sus toques y retoques, les gustaría que se desarrollaran a cien por hora, no a 20, ni a 50. Tarea imposible, pero objetivo necesario. La velocidad es la única carencia, la única salida para sobrevivir. En Rumania, seguro que les gustaría ser ingleses, tener la misma claridad de ideas en el centro, tener la misma capacidad de superar en el choque a los adversarios.

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Sin Hagi y sin Valderrama

A holandeses e ingleses, seguro que les gustaría tener a Valderrama y a Hagi. Dos casi cuarentones a los que el fútbol no puede expulsar de los estadios. Cuando la mayoría de los equipos recorta distancias con los mejores poniendo su empeño en trabajo, táctica y obediencia debida, colombianos y rumanos (dos potencias medias que buscan consolidar lo apuntado en otras citas) siguen un camino autóctono: fidelidad a sus mayores. Crecen en el ejemplo de los ancianos, en Valderrama y Hagi, cada uno con una oficina de reparto en una banda. Quizá no les valga de mucho. Sobre todo a Colombia.

Rumania es diferente: con la nueva generación ha llegado un regalo llamado Ilie. Marcó las diferencias. No sólo con el gol (robo de balón, entrada por el lateral del área, regate que deja sentado a Serna, trotecito para darle al balón con la derecha y parábola al ángulo largo del buen portero Mondragón), también con su fuerza y su velocidad, terremotos para una defensa colombiana muy bien ordenada en línea, pero caótica cuando soplaba el valencianista. El ciclón, de todas formas, sólo duró un tiempo.

En el segundo tiempo, Lozano se retrasó para ayudar a su defensa, Valderrama se colocó en el centro y Valencia sustituyó a Aristizábal. Colombia empezó a llegar y a lamentar su falta de remate. Hasta buscaron el pase más largo. Más concentrados pero igual de ineficaces. Rumania acusó el cansancio, la velocidad de Illie desapareció. Hagi se eclipsó. La victoria les confortó. Fútbol de autor que seguramente quedará sepultado cuando las superproducciones tomen el escenario de nuevo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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