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Tribuna
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Sin Hagi y sin Valderrama

Rumania sí supo. Los jefes no funcionaron. Rumania supo resolver la ausencia de Hagi, pero Colombia, la de Valderrama, no. No sólo no le encontró vías alternativas, sino que tampoco le ignoró. Pasó todo el juego por él. Rumania, en cambio, buscó otros caminos: Ilie, fundamentalmente, cierta profundidad por el sector derecho (Petrescu) y agilidad en la salida de la pelota (Galca).Desesperante Colombia. Colombia usa un fútbol de gestos sobreactuados. Intenta confirmar un estilo, pero no logra imponerlo. Es una interminable sucesión de toques. Uno comienza pensando que este equipo toca porque está buscando por dónde ir. Pero a medida que avanza el partido, acaba tentado de pensar que toca porque en realidad no sabe cómo ir. Colombia renunció a jugar más arriba de donde le permitió el rival. Todos sus futbolistas bajaron a tocar donde a Rumania no le preocupaba. Y no hicieron daño ni en las jugadas que presuponían peligrosidad. Otro mal detalle: la actitud colombiana frente al error fue reclamar o desviar las culpas. Síntoma de equipo frágil.

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Tres excepciones. Mondragón y Bermúdez, que neutralizaron cualquier intento de contragolpe de una Rumania apática en el segundo tiempo. Y Asprilla, el único colombiano que se rebeló contra la derrota. Se comportó con una determinación que no logró contagiar al resto del equipo. Con todo, el protagonismo de Colombia en el segundo tiempo hay que atribuírselo sólo a la indiferencia rumana.

Ilie. Antes, una gran actuación era lo que convertía en bueno a un futbolista. Ahora, basta con una buena jugada para conseguir esa patente. Ilie realizó una jugada fabulosa en el gol.

Los remates lejanos. El hastío por la falta de profundidad condujo a Colombia hacia los tiros de media distancia. Cansado de su tibieza, se dijo "pateemos al arco". Cuando Valderrama no funciona, en Colombia aparecen los disparos o los pases largos, aspectos que no dominan, ni creen en ellos.

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