La risoterapia
Resulta que, descubriendo un empalagoso ensimismamiento, soy una de esas personas sosas con las que nadie quiere estar por ser demasiado aburrida. Me identifiqué con estas descripciones mientras veía una película y no estaba a solas. Fue de esas situaciones en las que quieres esconderte bajo una mesa. Sentí como si los interlocutores, en el que uno de los dos se preguntaba si era de esa clase de personas, hubieran olvidado su interpretación para mirarme fijamente y comentarme: «Sí, tú; deja ya de mirar a los lados, y no intentes hacerte la sorda, tú también eres una de esas personas que no dejan de compadecerse hasta llegar a convertirse en una total pedantería andante». Y, con la necedad que me precede, me reconforté sabiendo al menos que no era la única en mi especie. Quizá debería crearse una comunidad de aburridos, un lugar de reuniones para personas carentes de emociones cuyas leves sonrisas les hayan asegurado un saber estar entre una sociedad de cachondeo y alegre desparpajo. He oído hablar de la risoterapia, donde respectivos maestros muestran lo que se dice una risa perfecta, sonora y armoniosa, con contagiosas carcajadas incluidas. Debe de ser gran descarga entonces el saber reírse de uno mismo y perfeccionar tal cometido expulsando mediante risotadas el extracto de un montón de palabras que tratan de explicar las raPasa a la página siguiente
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zones de nuestros agobios a quienes no conocemos de nada mientras éstos cronometran el tiempo de nuestros monólogos. Sin pretender herir la sensibilidad del psicoanalismo, ya que noble tarea es saber escuchar o escuchar al menos, concluyo con que es muy producente el nacimiento de nuevos métodos para alegrar al personal, abanderando la lucha contra la apatía, los malos humos y el individualismo en general. Por todo ello brindo, y que la fiesta continúe.- .
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