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Tribuna
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Se acabó lo que se daba

"Una ciudad que ya no me pertenece, aunque no sé precisar cuándo la perdí". Juan García Hortelano.Durante los últimos días he tenido ocasión de conversar con, al menos, veinte periodistas dedicados a informar sobre la política nacional. Me han preguntado por mis aspiraciones a competir por la alcaldía de Madrid. Todos ellos eran vecinos de esta ciudad o vivían (y sufrían) la mayor parte de su tiempo en la capital. Todos estaban interesados en la marcha de estas elecciones internas del PSOE, empero, y a mi demanda, ninguno de ellos conocía el nombre del concejal encargado del urbanismo en nuestra ciudad.

En efecto, personas informadas, ciudadanos preocupados por la cosa pública, ignoran en Madrid no sólo el nombre del responsable de una de las políticas municipales más relevantes, también el contenido de esa política. Eso sí, sufren las consecuencias de ella y de una Administración municipal a la que, unánimemente, califican de desastre.

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Por eso, porque una gran parte de los madrileños, incluso los más informados, desconoce el origen de los males de su ciudad, porque se ignora hasta el nombre de aquellos que hoy administran esta gran urbe y construyen (o más bien destruyen) su futuro. Por eso me presento a las primarias dentro del PSOE. Porque, probablemente, el mayor enemigo de la ciudad es la indiferencia. Una indiferencia, un adormecimiento sembrado y cosechado para tapar la incuria. No se trata tan sólo de que el actual alcalde sea de derechas, de una derecha cutre, culturalmente roma (y no toda la derecha es así), lo más grave radica en su insondable trivialidad. Y una ciudad es algo muy serio para que su alcalde no tenga nada inteligente, incluso inteligible, que decir. Ocupado en el sarao continuo (bodas, bautizos, estrenos, entierros, procesiones, acompañamientos y codazos), nuestro primer edil ha convertido su discurso en la más acabada expresión de la superficialidad. Una superficialidad engañosa, pues tras ella se ocultan políticas que es preciso desvelar.

Conocer lo que ha significado en los últimos años el urbanismo, tan depredador, y las obras completas de Enrique Villoria (concejal de Obras). No son cuestiones menores. Cuánto costó y cómo se hizo el Palacio de Exposiciones, quiénes (y por qué) son los operadores urbanísticos en Madrid, cómo se ha liquidado el famoso Pasillo verde. Tampoco es inocente que el centro de Madrid se haya convertido en un insoportable apareamiento en dobles y triples filas, en aceras y chaflanes, sin que nadie ponga coto a semejantes desmanes contra la convivencia. Una ciudad incómoda, llena de ruido, ahogada por la contaminación. Un lugar en el cual los intereses que priman, desde luego, no son los de la inmensa mayoría. Tantas cosas tiene que explicar Álvarez del Manzano que, durante el año que resta para las elecciones, no le va a quedar tiempo para procesiones. Por eso me presento a estas primarias. Para acabar con el silencio que ahoga, para aportar la palabra que explica. Porque en la palabra, en la razón, reside la esencia de la política y no en el silencio ni en la propaganda.

Madrid necesita un revulsivo y el PSOE tiene al respecto una obligación. La de remover y removerse para que tantos y tantas, que no se resignan, que no quieren que un partido de izquierdas, progresista, se instale en la falsa comodidad de la oposición, puedan ofrecer su talento y su acción a fin de recuperar el Madrid de la inteligencia, el Madrid de los ciudadanos. Y lo anterior no es literatura, es una llamada a la acción democrática, a la participación.

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Por eso no es sólo la sociedad madrileña, ni tampoco exclusivamente la progresía, es también el PSOE quien con urgencia necesita un revulsivo que prolongue, en clave municipal y madrileña, el ya iniciado con las primarias para presidente del Gobierno. En otras palabras, una campaña electoral larga, de un año, ha de ser la forma para salir de la endogamia familiar, espesa, repetitiva y estéril en la cual -y por razones múltiples, imposibles de abordar en tan corto espacio- ha caído con frecuencia la FSM.

Toda organización humana, y un partido es ante todo eso, tiende a la endogamia y a la maledicencia interior cuando los objetivos comunes fallan, y los socialistas madrileños perdimos las elecciones de 1995 en medio del escándalo. Un escándalo que sin afectarnos directamente nos golpeó, y de qué forma, por ser miembros de un partido que entonces estaba en el Gobierno. A partir de ahí, el objetivo de ganar las próximas elecciones, las de 1999, pareció inalcanzable y, como consecuencia, se reforzó la tendencia a la endogamia, madre del empantanamiento. Sin embargo, al día de hoy, tanto las encuestas como la opinión y el ambiente que se respira en la calle, hacen pensar en que las fuerzas políticas de izquierdas, las progresistas, pueden ganar las elecciones, que 10 años de gobierno municipal de la derecha han sido más que suficientes para saber lo que, como alcalde, da de sí Álvarez del Manzano. Por todo ello, la endogamia, las familias y los ismos internos desaparecerán en cuanto nos pongamos en marcha. Una alegre, interesante, animada y larga marcha hacia la alcaldía. Seguirá existiendo el pluralismo interno, pero desaparecerá cualquier tentación tribal. También con ese fin regenerador me presento a estas primarias, porque el movimiento se demuestra andando.

El PSOE tiene en la Villa de Madrid aproximadamente 10.000 afiliados. De ellos, 5.000 votaron en las primarias anteriores. Sea cual sea el nivel de participación en estas próximas, la responsabilidad de cada elector, de cada socialista, será muy grande, pues habrá de elegir, no un cargo interno, sino el candidato que mejor represente a los progresistas madrileños en las elecciones municipales y, lo que tampoco es baladí, elegir a quien habrá de dirigir una larga campaña en la calle, para lo cual le será preciso al candidato, primero, conocer el terreno y, también, tener el ánimo, el empuje y las ganas para llevarlo a cabo. "Pregunta a tus vecinos", decía con razón Borrell en las anteriores primarias.

En efecto, elegir el candidato en clave interna sería pervertir el espíritu y la letra de las primarias. Elegir dejándose llevar por consignas y etiquetas ideadas para disfrazar y disfrazarse sería irresponsable. Por eso pido a mis compañeros y compañeras socialistas que, primero, escuchen los argumentos, sopesen las razones, las capacidades de los candidatos y se olviden de maledicencias y simplezas, y, luego, que voten el día 27 de junio en conciencia, con libertad, responsablemente, a quien crean que es el mejor candidato para ganar a Álvarez del Manzano, pues ése y no otro es el fin de estas primarias.

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