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CUENTA ATRÁS EN LOS BALCANES

La Alianza no quiere ceder a la ONU la decisión de un ataque

Xavier Vidal-Folch

Rusia y la OTAN discrepan sobre la solución del conflicto de Kosovo, aunque comparten el objetivo de lograr una salidad negociada. Así se puso de manifiesto ayer en el Consejo Permanente bilateral, al que asistió el ministro ruso de Defensa, Igor Sergueiev, junto con sus colegas occidentales.

La principal diferencia radicó en el alcance que uno y otros otorgan a la cobertura legal con que debe contar cualquier intervención militar directa sobre territorio serbio. Sergueiev reiteró que resulta indispensable una resolución del Consejo de Seguridad, donde Rusia tiene derecho de veto. Precisamente, EE UU y el Reino Unido han puesto sobre la mesa un texto de este género.

Los aliados introducen más matices. Aunque desearían el respaldo explícito del Consejo de Seguridad, consideran que eso equivale a dar a Rusia la única llave decisoria, y no quieren atarse las manos. Por eso el jefe del Pentágono, William Cohen, sostuvo que también sería suficiente la apelación directa a la Carta de la ONU, que permite intervenir para asegurar la autodefensa en casos de inestabilidad regional. Otros estiman que el paraguas jurídico-político es la OSCE.

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También se interpretan de forma muy distinta las causas del litigio. Moscú atribuyó el origen de la violencia al «terrorismo» de grupos kosovares. Los Dieciséis consideraron unánimemente que ésa no es la causa, sino una de las consecuencias del conflicto. La Alianza atribuye al líder yugoslavo, Slobodan Milosevic, la principal responsabilidad en la crisis, por haber destruido la autonomía y haber iniciado la represión sistemática.

Los Dieciséis apremiaron a Sergueiev para que Rusia asuma sus responsabilidades y presente un frente común que evite la desunión internacional que favoreció la guerra en Bosnia a principios del decenio. Su tesis es que hay que «actuar rápidamente» para evitar el encanallamiento de la situación.

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