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Aznar ataca al PSOE por sus "políticas apolilladas que apestan a naftalina"

Javier Casqueiro

Ni una frase explícita sobre la crisis del PP en Asturias ni sobre los conflictos con sus socios del PNV ni, obviamente, sobre el polémico José Barea. José María Aznar clausuró ayer en Madrid la ronda de convenciones regionales de cargos electos del PP preparada para publicitar los éxitos de su Gobierno con un ataque al PSOE: "Hay quienes se empeñan en plantear políticas apolilladas, antiguas, que apestan a naftalina, una antigualla de museo". El vicepresidente primero, Francisco Álvarez Cascos, sí exigió a esos cargos, a puerta cerrada, una conjura de unidad que pasa por reportarse frecuentemente por las sedes del partido.

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Un acto a la medida, perfectamente calculado y organizado meticulosamente. Así transcurrió la última de las convenciones de cargos preparada por la dirección del PP para autoexaminarse sobre el grado de cumplimiento de los compromisos programáticos adquiridos con sus electores hace dos años por parte de Aznar y hace tres años por los distintos candidatos autonómicos y municipales. Como Aznar debía intervenir lógicamente al final, los anteriores oradores le pavimentaron el camino. Antes incluso de las intervenciones públicas, el secretario general del PP, Francisco Álvarez Cascos, mantuvo una sesión interna de trabajo con los cargos madrileños. Varios de los asistentes glosaron así su mensaje: "Los cargos públicos e institucionales tienen que ser conscientes de porqué están donde están y deben pasar frecuentemente por las sedes del PP". Ni Cascos ni nadie aludió directamente a la crisis descontrolada que el PP sufre en Asturias. No hacía falta.Eso sí, todos los oradores políticos que se subieron ayer a la tribuna del Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid realizaron un auténtico canto a la unidad, cohesión y coordinación entre el partido y las instituciones en las que gobierna el PP. Fue una conjura. Hubo incluso quien presumió de que esos factores, precisamente los que tanto echan en falta en Asturias, son los que distinguen al PP de otras formaciones que sólo basan su actividad política en los personalismos y los candidatos populares. Esta alusión despectiva al proceso de primarias del PSOE la efectuaron también todos los dirigentes del PP que hablaron ayer, excepto Alberto Ruiz Gallardón, el presidente de la Comunidad de Madrid.

Aznar construyó un discurso conocido, de media hora, sobre su proyecto político de "centro reformista". Al final, consciente de no haber insuflado grandes aportaciones, concluyó: "La política que a mí me gusta es la de pocas palabras y mucho trabajo frente a la de otros que practican la verborrea, y para demostrar esa política aquí termino". Risas entregadas en el auditorio.

Antes, eso sí, Aznar aprovechó las buenas vibraciones que emanaban de los cargos electos madrileños, que ya habían escuchado a sus líderes regionales, para vituperar al PSOE. Y lo hizo enlazando con la médula del discurso económico de su vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, sobre las reformas aplicadas en este periodo al sistema, y en especial a los impuestos. Aznar apeló a Rato y al debate del jueves sobre la reforma del IRPF para instarle a que mire al futuro: "Hay quienes se empeñan en plantear debates antiguos: no merece la pena hablar de eso. No debemos ocuparnos en absoluto. Hay quienes nos plantean a veces políticas apolilladas, antiguas, que apestan a naftalina, antiguallas de museo".

El presidente del Gobierno sólo insinuó algo parecido a una advertencia contra lo ocurrido en Asturias. Y fue para presumir de cuál debe ser "la senda de un partido con sentido común, maduro, sin grandes piruetas, con sensatez y como debe actuar un partido de Gobierno". Cree que eso es lo que valorarán los ciudadanos: "Un proyecto sólido, serio y fundamentado, distinto de las ocurrencias políticas".

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Aznar expresó su deseo de culminar, hasta el final de la legislatura, dos proyectos: la consolidación de la reforma fiscal y la supresión del servicio militar.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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