La mujer
La aparición de Clementina Ródenas en la escena política de las primarias socialistas valencianas desencadena necesariamente nuevos planteamientos y sensibilidades en el debate social. En primer lugar porque son tres los candidatos, al menos en principio, y eso obliga a matizar mucho más los mensajes y la imagen que se pretende defender, puesto que en los enfrentamientos a dos se tiende a radicalizar posturas para facilitar así la decisión de los votantes. Pero, además, en esta ocasión surge la novedad de que uno de los candidatos es mujer, y esto puede significar una nueva perspectiva en la elección del candidato. Es evidente que existen otras mujeres en la política valenciana y, sin duda, con un amplio y merecido reconocimiento, como por ejemplo Rita Barberá o Carmen Alborch, entre otras. La novedad reside en aspirar a la presidencia, intentarlo a través de unas primarias, y en un momento ideológico y social que se puede calificar sencillamente de enrevesado, por lo que tiene de confuso y de transición hacia nuevos tiempos. Los tres candidatos socialistas, si se mantienen en tres, van a necesitar diferenciarse claramente entre sí, tanto en sus posturas ideológicas como en la imagen que quieren transmitir. En cuanto a las diferencias ideológicas, no resulta nada fácil encontrar sitio propio dentro de los escasos metros cuadrados que proporciona la obsesión por la izquierda del centro. Los candidatos tendrán que recurrir a las diferencias de sensibilidad, que es algo más actual y más relacionado con los valores que con la ideología, más próximo al estilo y a la forma de vivir que a la distribución de los recursos. Y en esto hay que reconocer que la mujer tiene un entrenamiento más largo y más profundo, hasta el punto de que la sociedad de servicios, la atención y preocupación por los demás, se piensa con frecuencia como la sociedad de la mujer. Pero si nos referimos a la imagen, es decir, a las características de los candidatos, a la personalidad política que ofrecen en campaña, los tres candidatos manifiestan sin duda una larga experiencia política, que ha producido en cada uno conductas repetitivas o habituales ante la tensión, el fracaso o el conflicto que habrá que analizar en otra ocasión, todos nacidos alrededor de los años cincuenta, y todos muy conocidos por los medios de comunicación. Las diferencias estarán en lo que intenta representar cada imagen; pueden representar exclusivamente al partido, pueden destacar los aspectos de renovación de la política institucional o, por ejemplo, pueden también personificar a los diversos sectores excluidos o poco representados en la sociedad actual. A la mujer le resulta más fácil, en términos generales, simbolizar en política a los grupos minoritarios, manifestar una mayor receptividad en las relaciones personales, en los temas ambientales y en el rechazo a la violencia como fórmula para resolver conflictos. Al margen de otros aspectos, la imagen de la mujer marca en sí misma una diferencia importante en el comportamiento político. El enfrentamiento político representado entre dos hombres o entre un hombre y una mujer, lejos de trivializar la política, concede la importancia que se merece a dos concepciones distintas del futuro de la sociedad. En cualquier caso, nadie puede negar la novedad que representa una presidenta, y aunque sólo sea por eso, bienvenida sea la mujer.
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