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Las posiciones enfrentadas dificultan el acuerdo sobre la filiación de la lengua en el CVC

Los temores se confirmaron. No fue posible llegar a un acuerdo para redactar un texto único en la ponencia sobre la filiación del valenciano que debatía ayer por segunda vez una comisión de miembros del Consell Valencià de Cultura (CVC) designados a este efecto por su presidente, Santiago Grisolía. Varios consejeros habían expresado con pesar su escepticismo antes de celebrarse la reunión de ayer, a la que asistieron Xavier Casp, como presidente de la ponencia, Joaquín Calomarde, Manuel Muñoz, Ramon Lapiedra, Carmen Morenilla, Rosa Serrano, José María Morera y Vicent Àlvarez. Ramón de Soto no lo hizo por encontrarse en México, y Ricardo Bellveser alegó motivos profesionales. La ponencia sobre la filiación de la lengua consta de tres apartados, denominación, normativa y origen, y su contenido supone entrar de lleno en el nervio del conflicto sobre la identidad de la lengua, suscitado durante la transición democrática cuando se configuraron dos bandos claros entre los que defienden que el valenciano y el catalán son una misma lengua y lo que mantienen lo contrario. No en vano las espadas habían quedado en alto el día anterior ante la dificultad de alcanzar un acuerdo en base al texto redactado por Àlvarez y que apostaba por la denominación que el Estatuto de Autonomía da a la lengua (valenciano), aunque sin excluir la posibilidad de poder designarla también catalán, de acuerdo a la sentencia fallada por el Tribunal Superior de Justicia, que permite esta designación en el ámbito académico. Respecto a la normativa, el proyecto de la ponencia apuntaba hacia el modelo de las normas del 32, en lo que todos, excepto el consejero nombrado a propuesta de Unión Valenciana y presidente de la comisión por razones de edad, Xavier Casp, estaban bastante de acuerdo como punto de partida. Según la ponencia, esta normativa, aprobada en 1932 en Castellón como producto de un gran consenso lingüístico entre las entidades de la época, debería adaptarse al presente, puesto que ha tenido un "desarrollo posterior", y que podría servir como punto de partida a la que utiliza el Consell de la Generalitat desde su instauración a partir de la promulgación del Estatuto de Autonomía. Desarrollo posterior El consejero Manuel Muñoz, nombrado a propuesta del PP, había matizado en la comisión de anteayer que justamente este "desarrollo posterior" es el que había "provocado el conflicto lingüístico" entre los valencianos, mientras que Casp fue quien puso los mayores peros. Para Casp, las normas del 32 no son propiamente "de Castellón", porque se "habían elaborado" en otros lugares. Casp también objetó que tras el acuerdo alcanzado en 1932 "cada uno había escrito como había querido", y que lo que hoy se entendía por normas del 32 era "la transcripción que Carles Salvador había hecho de Pompeu Fabra". El presidente de la comisión cerró así la puerta a cualquier salida que no fuera la de las normas de la Academia de Cultura Valenciana que él mismo preside. Las posturas enfrentadas se repitieron en la reunión de ayer, que empezó reproduciendo toda la tensión que se había desarrollado el miércoles, pero los continuos llamamientos a la sensatez realizados por Ramon Lapiedra, consejero a instancias del PSPV, recondujeron la reunión hacia un clima propenso al diálogo. Respecto al nombre de la lengua se produjo total acuerdo: valenciano, tal como lo designa el Estatuto. En cuanto a la normativa, también, pero con la oposición de los consejeros del PP a la adaptación a la actualidad. La naturaleza de la lengua quedó, de nuevo, para otra reunión, que se celebrará el próximo miércoles. En el supuesto que se logre el consenso, el jueves se realizaría el pleno para ser ratificado por los 21 miembros del CVC. De lo contrario, los desacuerdos se convertirían en votos particulares que quedarían incorporados al dictamen final. Los consejeros propuestos por los partidos de la izquierda trataron de "explicitar la unidad en la diversidad", en el sentido de que la lengua que hablan los valencianos forma parte del tronco lingüístico catalán pero es denominada como valenciano. La mayoría de los consejeros del PP se mostraron partidarios de guardar en el cajón este punto, mientras que los que propuso UV defienden el origen prejaimino (el valenciano se hablaría antes de la conquista del Reino de Valencia por Jaime I y sería una lengua independiente y diferente del catalán).

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