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Que veinte años no es nada

Enric González

El humor de Jordi Pujol era excelente. Aunque los más de 600 comensales le esperaban acomodados en sus mesas, el presidente de la Generalitat prefirió acceder al restaurante por una puerta lateral y acercarse al rincón dispuesto para la prensa, para comentar que no diría "nada importante" en su discurso. "Ya sé que se quedarán por si se me escapa alguna cosa, como me pasa a veces", agregó, sonriente y exultante en el remolino de guardaespaldas y fotógrafos. Pujol estaba en forma. Y aprovechó el acto, un homenaje a los militantes más veteranos de Convergència Democràtica de Catalunya, gente con 24 años de servicio a sus espaldas, para proclamar que se sentía "ridículamente joven". El aroma de la cena era intensamente preelectoral. Acaso por lo multitudinario de la asistencia y lo espartano del menú. Quizá porque, como suele hacerse en campaña, cualquier razón era buena para reunirse y echar unos discursos a los postres: se conmemoraban los 20 años de existencia de la agrupación de Sarrià cuando ya había cumplido los 21. Tal vez el único responsable del ambiente fue el propio Jordi Pujol, por irradiar la energía propia de un político que olfatea la proximidad de la urna. Las palabras del presidente reforzaron la impresión. En una ocasión que se prestaba a la evocación nostálgica, se habló mucho del futuro inmediato. O sea, de elecciones. Artur Mas, presidente de la federación de Barcelona de CDC y aspirante frustrado a la alcaldía de Barcelona, recordó que la capital catalana, "la joya de la corona", se les había escapado durante dos décadas, y que esta vez, en junio de 1999, había que obtenerla. El candidato Joaquim Molins (un convergente no tan veterano o pura sangre como otros, lo cual pudo ser causa del tibio aplauso que se le dispensó) fue más breve que de costumbre y se mostró consciente de la responsabilidad contraída. Dijo que ganar le hacía "muchísima ilusión", pero que, en fin, para un partido nacionalista, lo esencial son las autonómicas. Que el presidente, añadió, convocará cuando sea más apropiado. Pujol comentó que seguía pensando en marzo de 1999, aunque la legislatura durara hasta noviembre. Puntualizó, sin embargo, que podrían "pasar cosas" que aconsejaran "hacerlas en otro momento". Citó como ejemplo de esas cosas las grandes obras de infraestructura (aeropuerto de Barcelona, puertos, tren de alta velocidad, etcétera) de las que CDC hace bandera. Esas obras "podrían retrasarse", dijo, y variar las previsiones. Por lo que pudiera ser, Pujol lanzó unas cuantas cargas contra los socialistas, que "saben que esta vez tampoco les toca ganar", e instó a los presentes a lanzarse a la carrera electoral desde aquel mismo momento. Les animó con unas encuestas que otorgan a Convergència i Unió "entre 63 y 65 diputados" en el Parlamento catalán, una cantidad muy próxima a los 68 necesarios para disponer de mayoría absoluta. En las anteriores elecciones, CiU obtuvo 60 escaños. Por encima de eso, cualquier resultado sería un éxito. Y Pujol, que da por asegurada su sexta victoria consecutiva, que la semana próxima cumplirá 68 años y que espera cumplir 20 al frente de la Generalitat en la primavera del 2000, quiere un resultado contundente.

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