Brasil se escondió en Bilbao
El Athletic resiste a los campeones del mundo, que mantienen su incógnita
Argumentos hay de sobra. Se puede apelar a la falta de tensión, la natural desconjunción, incluso a la motivación del contrincante que sobrevalora la ocasión, pero lo cierto es que Brasil mantuvo en San Mamés una huelga de celo, sólo rota cuando la pradera habilitaba alguna correría de Roberto Carlos, Cafú o Rivaldo. El resto era más estampa, imagen detallista, siempre generosa cuando de brasileños se trata, pero a falta de más de un hervor para cocer el fútbol según el selecto recetario.Queda la duda de si Brasil es así o se sumó a la fiesta con una buena actitud técnica y un grado notable de anarquía táctica para favorecer el espectáculo. Enfrente tenía un equipo de meritorios aplicados dispuestos a pisar el acelerador y a concluir la temporada dejando buen gusto en la boca de su entrenador, momentos antes de los descartes y el primer diseño de futuro. Incluso el malhumor de Mario Zagalo parecía inscrito en el guión.
Contradiciendo la lógica, el balón era del Athletic que fiel a su estilo lo administraba según costumbre: ahora corto, ahora largo, sin profusión de ocasiones pero manteniendo sin agobios el control de la situación.
Brasil no imponía ritmo alguno y el Athletic agradeció la cortesía manejándose durante 45 minutos con más comodidad de la prevista. El fuera de juego anulaba a Ronaldo, condenado cual costumbre a otear el horizonte y tratar de oler la pieza y el fuera de juego anuló el gol de Giovanni en el mejor detalle táctico de Brasil. Luego el gol de Athletic evidenció la apatía defensiva del colectivo amarillo y un cierto descrédito del guardameta Tafarell que ni atrapó ni despejó el disparo de Javi González. La lectura de Brasil era confusa. Su diseño difiere de la tradición. Su oferta tiene mucho que ver con la velocidad de sus costados, bien habilitados por Junior Baiano, un central de estampa atlética que tiene a bien colocar el balón en la punta del zapato de sus compañeros como quien cede a su guardameta. Curiosamente el partido lo salvó el gol del Athletic.
Brasil puede producirse con mesura, pero difícilmente encaja una derrota. La presión es demasiado grande para contemporizar con los espectáculos. La segunda mitad la tuvo a su merced. El Athletic abrió el capítulo de oportunidades y convino el encuentro a ritmo de cambios. Brasil puso una velocidad más a su juego y recuperó especialmente el balón, una tarea que parecía exclusivamente encomendada a Doriva, el encargado de la parte más oscura del juego. Sólo entonces, cuando el Athletic se fue a la cueva, apareció Ronaldo en su ritmo habitual, malgastado en los guantes de Valencia, sereno y templado ante el ídolo. Sólo Rivaldo supero al guardameta con un disparo sacado a partes iguales del zapato y de la cintura.
Brasil se escondió mucho tiempo en Bilbao. Escondió sobre todo su capacidad ofensiva, ayer indolente y demasiado previsible. Escondió su descompensación en el centro del campo y exhibió todo su potencial para romper la banda y dirigirse desde la cueva. de paso reivindicó la autoridad de Rivaldo para dirigir al colectivo. Al final le pudo el peso del partido cuando el Athletic mostró toda su capacidad física. La incógnita continúa hasta el comienzo del Mundial.
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