En órbita y sin blanca
Rusia se plantea acortar la vida de la estación "Mir" para ahorrar dinero
Rusia busca con ahínco el dinero que necesita para financiar la parte de la Estación Espacial Internacional (conocida al iniciarse el proyecto como Alfa) que le corresponde según contrato. En sus Presupuestos del Estado, la suma necesaria -unos 37.500 millones de pesetas- no se incluye en ninguna partida, y el primer ministro, Serguéi Kiriyenko -aunque haya dicho que considera la cosmonáutica un asunto clave-, ha advertido de que no tiene el dinero que la Agencia Espacial Rusa (AER) le solicita para afrontar la financiación del proyecto.Para conseguir esa suma, la AER baraja la posibilidad de acortar el plazo de vida de la Mir y hundir toda la estructura de la estación orbital en el océano a fines de este año en lugar de completar la operación a finales de 1999.
Por su parte, Yuri Kóptev, director de la Agencia Espacial Rusa, está buscando fondos extrapresupuestarios para reunir los 37.500 millones de pesetas. Le valen unos cuantos métodos: alquilar o vender satélites, o comercializar la información obtenida por éstos, o bien poner en órbita satélites de comunicación adicional.
Sin embargo, Kóptev es pesimista sobre el éxito real de sus iniciativas, y teme no ser capaz de reunir la suma requerida, lo que puede acarrear graves consecuencias para la investigación espacial rusa.
Por ahora, Rusia participa como copropietaria de la futura Estación Espacial Internacional y, según el acuerdo con las demás partes que intervienen en el proyecto -la Agencia Espacial Europea, Canadá, Estados Unidos y Japón-, podrá tener acceso al 33% de los recursos. Pero de no conseguir finalmente el dinero, Rusia -advierte Kóptev- puede verse degradada y pasar a ser considerada un participante de segunda fila, al que se contratará sólo para trabajos específicos.
En el caso de plantearse esta amenaza, la única solución de financiar la parte correspondiente de la Estación Espacial Internacional y de cumplir con sus obligaciones de socio será utilizar el dinero que estaba previsto para invertirlo en el funcionamiento de la Mir, lo que significará que ésta deberá dejar de existir ya el presente año.
El hundimiento prematuro de la estación orbital rusa en el océano ocasionará pérdidas financieras a la AER, ya que los astronautas francés y eslovaco que deben viajar a la Mir el año próximo no podrán hacerlo. Por costear el periodo de preparación y el viaje en sí de un cosmonauta a la Mir, Rusia cobra varios miles de millones de pesetas.
Andrew Thomas, el astronauta de la NASA que actualmente se encuentra en órbita junto con el comandante Talgat Musabáyev y el ingeniero Nikolái Budarin, debe ser recogido por el transbordador Discovery el próximo 6 de junio y puede convertirse en el último extranjero que trabaje en la estación rusa, ya que con él termina el Programa Shut tle-Mir. Y la próxima tripulación rusa, que será lanzada del cosmódromo de Baikonur a principios de junio, no prevé esta vez la participación de ningún extranjero, porque su lugar a bordo lo ocupará en teoría Yuri Baturin, el ex secretario del Consejo de Defensa y ex asesor del presidente Borís Yeltsin.
El descenso de la Mir debe comenzar próximamente, para lo que se utilizarán los motores de la nave de carga Progress M-39, que se acopló a la estación hace casi ya dos semanas. La bajada desde la actual órbita, a unos 380 kilómetros sobre la superficie terrestre, se hará paulatinamente, hasta llegar, en principio en diciembre de 1999, a los 120 kilómetros.
En el año y medio que queda, la Mir recibirá otras cuatro naves Progress, que le darán sucesivos impulsos de descenso. Finalmente llegará una última nave para darle el empujón definitivo y para asegurar que la Mir caiga en una remota parte del océano.
En caso de que, por no conseguir el dinero para la Estación Internacional, haya que hundir la Mir este año , el espacio puede quedar deshabitado por un tiempo, dado el retraso de la futura estación. Desde que se lanzó la Mir en 1986, prácticamente no ha habido interrupción en el trabajo en órbita. Pero los tiempos y las economías cambian.
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