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Un paso esperanzador

La vaca mugirá al menos ocho años más en el Pirineo de Lleida gracias al pasto que diversas administraciones públicas han aportado para que su alimentación no sufra sobresaltos. Con esta noticia se despejan las incertidumbres que el propio Neo Sala aventó el año pasado, cuando a pesar de manifestar que la cifra de asistentes había sido superior a la del primer año, auguró la desaparición del festival si las administraciones públicas no le ayudaban a sufragarlo. Casi un año después, el Doctor Music Festival puede respirar tranquilo al menos en este aspecto, y los enormes gastos derivados de su organización ya no habrán de ser aportados sólo por la empresa promotora. Sala ha conseguido hacer ver a todo el mundo que el suyo es un festival de interés general. Es una buena noticia no sólo para los amantes de la música joven, sino también para una comarca cuya imagen sólo estaba asociada hasta el momento a los deportes de invierno. Desde hace dos años, el Pallars ya tiene impacto mediático garantizado gracias al festival, un montaje espectacular que ha puesto a Escalarre y a la Vall d"Àneu en el mapa estival. Seguramente éste ha sido un argumento crucial para que las administraciones públicas, y en especial las leridanas, se decidieran a apoyar un acontecimiento musical que, como en sus comienzos señaló Neo Sala, nacía con vocación de vivir de sus recursos. A la postre se ha demostrado que montar un festival partiendo de cero y desplegar una ciudad artificial en plena montaña supone unos desembolsos tan enormes que ni una empresa saneadísima es capaz de afrontar. Y, entre otras cosas, eso ocurre porque conseguir la fidelidad del público en un festival generalista como Doctor Music precisa de varias ediciones. Hasta que el personal decida asistir al festival sin la previa consulta del cartel y sólo por la garantía de la marca habrán de pasar varios años, como ha ocurrido con otros festivales similares del resto de Europa. En el caso del Doctor Music se ha añadido la dificultad provocada por el descenso del nivel artístico de su segunda edición, desdibujando el perfil de un festival que siempre ofrece calidad. El cartel del año pasado fue flojo y, en consecuencia, atrajo a un público con menor grado de exigencia musical y bolsillos más exiguos. Por fortuna, el cartel de este año vuelve a ofrecer nombres con el prestigio suficiente para excitar la curiosidad del público. Con la cuestión de los servicios y la organización muy encarrilados, en eso el Doctor Music sí resulta un festival casi ejemplar, lo único que le falta es garantizar un cartel cuya calidad no tenga notables vaivenes. De ocurrir esto, el Doctor Music se asentará como un festival de primera magnitud, un acontecimiento que reactivará nuestra escena musical atendiendo a un público de amplio registro y con apetencias consumistas que vayan más allá de la litrona. Esa es la gran tarea que le espera a Neo Sala y a su equipo, quienes en el fondo deben conocer que no sólo ofreciendo comida coreana y duchas se puede convencer a 30.000 personas para que acudan a la montaña sin saber qué van a escuchar. La intervención de la Administración pública implicándose en un festival que nos beneficia a todos es un paso adelante.

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