De nuevo el caos
LA DECISIÓN de los controladores aéreos de no trabajar más horas extras durante dos días es decir, de trabajar a reglamento- para protestar por lo que consideran insatisfactoria evolución en las negociaciones de su convenio ha vuelto a producir un colapso de vuelos en todos los aeropuertos nacionales y, en especial, en el de Madrid-Barajas y El Prat, en Barcelona. Importa poco que no se trate de una huelga en sentido estricto. La capacidad de gestión de los aeropuertos, responsabilidad del organismo público Aeropuertos Nacionales y Navegación Aérea (AENA), es tan precaria que cualquier incidente se traduce inmediatamente en un caos que, faltaría más, acaban pagando los usuarios. Más de 100.000 viajeros afectados por un centenar de cancelaciones en toda España y retrasos de más dos horas que afectaron al 70% de los vuelos es el balance de los daños sufridos hasta media tarde de ayer por los viajeros a cuenta de la protesta de los controladores. El desorden y la falta de atención a los pasejeros, confusos e indignados, fueron ayer una imagen común en los aeropuertos españoles.Es posible que los controladores aéreos tengan razón cuando dicen que son muy pocos para el volumen de trabajo que deben desarrollar; pero es poco admisible que protesten por tal circunstancia solamente cuando se trata de negociar su convenio colectivo. AENA y los controladores discrepan sobre la productividad, que la empresa quiere aumentar convirtiendo horas extraordinarias en horas ordinarias y pagadas como tales, mientras que los controladores pretenden que la conversión se pague al precio actual de las horas extraordinarias. Es un pulso por defender cuestiones económicas con los viajeros como rehenes virtuales. AENA y los controladores tendrán que explicar más claramente cuáles son las condiciones en que se desarrolla su trabajo y las necesidades objetivas para cumplir su función en condiciones de absoluta seguridad.
Es muy lógico que la opinión pública reciba con escepticismo las peticiones laborales de los controladores. Es un colectivo regulado por un convenio muy rígido, cuyo cumplimiento tienden a manejar a su antojo, a costa del empeoramiento del servicio y del malestar de los viajeros. Los responsables de AENA, encargados de velar en primera instancia por los derechos de los viajeros, deberían preguntarse si controlan realmente los servicios de los aeropuertos o son simples marionetas en manos de un sindicato corporativo.
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