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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis mal cerrada

CABEN POCAS dudas ya de que la crisis financiera que emergió en algunas economías del sureste asiático el año pasado, y que motivó una rápida intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI), permanece abierta. Algunas de sus consecuencias sociopolíticas las estamos observando en Indonesia -aunque la quiebra de los mercados no sea la única causa-, y no es éste el único país en el que la inestabilidad social ha sucedido al colapso financiero del pasado noviembre. En Tailandia y Corea del Sur, las tensiones son importantes y en modo alguno puede darse por eliminado el riesgo de problemas similares a los que vive Indonesia.La situación en la región está seriamente amenazada por las cada día más preocupantes perspectivas que se ciernen sobre la economía japonesa. No hay indicador económico japonés que no revele de forma alarmante la recesión en la segunda economía más importante del mundo. Los resultados de las empresas descienden y amenazan con arruinar un sistema bancario que depende de ellas y la falta de confianza de los consumidores mantiene deprimida la demanda interna, de forma que el sector exterior es la única válvula de escape para la significativa capacidad de producción de aquella economía. El resultado es un superávit comercial creciente, en especial frente a Estados Unidos, que a su vez alimenta las tensiones proteccionistas por influyentes sectores americanos. Mientras, los tenedores de activos financieros en yenes continúan vendiendo, con la consiguiente debilidad de la monedal, en mínimos frente al dólar desde hace más de siete años. Ayer perdió el 1,14% de su cotización en una sola sesión. Pero la economía japonesa, a diferencia de las del resto de la zona, tiene una gran influencia sobre el resto del mundo y justifica esas constantes presiones de los Gobiernos de los grandes para que las autoridades japonesas decidan programas de estímulo presupuestario más eficaces que hasta ahora.

Si necesaria es la presión sobre Tokio para que abra al exterior su sistema financiero y decida mayores estímulos fiscales, no lo es menos que el conjunto de la comunidad internacional prepare las terapias para combatir las crisis financieras de efectos globales como la asiática. El FMI -y no el Grupo de los Siete- ha de ser el que identifique los nuevos riesgos del escenario financiero internacional y el que prepare un nuevo conjunto de mecanismos de supervisión y control que permita anticiparse a tales situaciones. Una nueva arquitectura del sistema financiero internacional que no asuma como una fatalidad propia del actual sistema económico la existencia de crisis como la que está viviendo Asia.

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