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Madridistas

El Real Madrid ganó la Copa de Europa, y con tan fastuoso motivo le arrancaron un brazo a Neptuno. Es natural.Lo más natural del mundo es que cuando el Real Madrid gana la Copa de Europa, sus seguidores se lleven por delante la ciudad de la que el club toma el nombre. No se descarta que sea al revés: que Madrid se llame así en honor del Real Madrid, que es club capaz de las mayores gestas. Madrid está a expensas de los seguidores del Real Madrid. Madrid, en realidad, está a expensas de todo el mundo. Hasta ahora, era cuna de manifestaciones, escaparate de todas las propuestas imaginables y, en un momento dado, campo de Marte. Desde la victoria del Real Madrid enla Copa de Europa, Madrid está a disposición del Real Madrid.La importancia de que el Real Madrid haya ganado la Copa de Europa alcanza caracteres épicos. Hay discrepantes, por supuesto -los aguafiestas nunca faltan- que no encuentran tanto motivo de regocijo; los del Atleti, sin ir más lejos, y quienes cifran en cuestiones bien distintas la suma de sus aspiraciones. Por ejemplo, encontrar un empleo. Las familias oprimidas por la inquietud vital de que sus hijos tengan un trabajo, el día en que lo encuentren quedan legitimados para tomar Cibeles y luego romperle un brazo a Neptuno. O lo que se tercie.

Un servidor reivindica similares derechos. El día que me toque la Primitiva lo celebraré en el salón del trono del Palacio Real con la familia, con los amigotes y con los correligionarios. Y a ver quién se atreve a impedirlo.

La verdad es que, de momento, me considero víctima inocente e injusta del triunfo del Real Madrid en la Copa de Europa. La noche de autos circulaba en coche Alcalá arriba camino del periódico cruzándome con una multitud bulliciosa que circulaba Alcalá abajo camino de Cibeles. Una riada de coches iba en caravana con estruendo de bocinas; otra, humana, se agolpaba en las aceras con gran algarabía y flamear de banderas. De repente me vi rodeado por un grupo numeroso que me cerraba el paso y me abroncaba agitando por las ventanillas banderas rojo y gualda. Gritaban con voz imperativa: "¡Toca el claxon!". No me dio la gana y se pusieron furiosos. Alguien aventuró: "Debe de ser catalán". Y al oírlo, los demás intentaron romperme el alma. O, por lo menos, la carrocería. Afortunadamente, en un descuido conseguí salir del atolladero.

Múltiples riadas humanas convergiendo en Cibeles lógicamente habrían de generar un caos. Unas autoridades municipales con sentido de la responsabilidad lo primero que deberían haber hecho es proteger la propia Cibeles, orgullo de muchos madrileños, cuya antigüedad probablemente sea mayor que la de la Copa de Europa y que la del Real Madrid (son datos pendientes de consulta, claro).

La protección se haría montando vigilancia mediante un cordón de aguerridos guardias. Algunos no son partidarios de este tipo de medidas, porque las multitudes, al ver limitados por la fuerza sus propósitos, pueden soliviantarse, convertir la celebración pacífica en algarada y producir un centenar de heridos. De manera que se les dejó llegar.

Se les dejó llegar y hubo más de un centenar de heridos, algarada y destrucción. O, dicho en castizo: las autoridades hicieron un pan como unas hostias. La Cibeles no es ya el monumento emblemático de Madrid, sino patrimonio de los seguidores del Real Madrid. El monumento a Neptuno, cerca de allí, les pertenece a los atléticos. Seguramente por eso los madridistas le rompieron un brazo. Con el mismo derecho pueden tomar posesión del monumento a Velázquez los adictos al tute perrero, del monumento a Cascorro los filatélicos, del monumento al Espartero y su bien dotado caballo los afectos al bello arte del rejoneo. Y de ahí en adelante. Lo mío -quedó avisado- es el palacio de Oriente, salón del trono.

No sólo Cibeles: Madrid entero tomaron los seguidores del Real Madrid, y lo dejaron hecho un estercolero. La lógica dictaba, en cambio, que se fueran a su estadio y celebraran allí dentro la conquista de la Copa de Europa. Un energúmeno rechazó encabritado la sugerencia porque habrían estropeado el cesped.

Césped es lo que le habría dado yo.

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