Atraco de precisión en el museo
Dos "van gogh" y un "cézanne", robados a mano armada de la Galería de Arte Moderno de Roma
El paisaje inacabado La cabaña de Jourdan , de Cézanne, y los dos únicos van gogh - La arlesiana y El jardinero - existentes en las colecciones públicas italianas pasaron la noche del martes a manos privadas por la vía más expeditiva: un robo a mano armada operado con astucia y precisión milimétrica en la Galería de Arte Moderno de Roma. El museo, un amplio edificio de principios de siglo situado en el barrio de Parioli, frente a Villa Borghese, una zona residencial algo apartada del centro de la ciudad, tenía vigilantes nocturnos y un sistema de alarmas y cámaras de seguridad que sirvieron de poco a la hora de frustrar las intenciones de los ladrones. En realidad, y como ayer se apresuró a destacar el responsable de Cultura del Gobierno italiano, Walter Veltroni, el robo - «un duro golpe para el arte«- no fue un vulgar robo, ni siquiera un robo modelo Rififí al estilo del perpetrado hace unas semanas en el Museo del Louvre de París, «sino un verdadero atraco a mano armada, algo que representa un salto cualitativo en este tipo de ataques a museos». La hipótesis inmediata, según declaró ayer la responsable de la galería, Bianca Alessandra Pinto, es que los cuadros hayan sido sustraídos por encargo de un coleccionista caprichoso. «Son piezas únicas, conocidísimas en Italia y en el extranjero; por lo tanto, casi imposibles de comercializar», declaró la directora, abrumada por la desgracia.Además del considerable valor material -el crítico de arte Achille Bonito Oliva calcula que las obras valdrán entre 5.000 y 6.000 millones de pesetas-, la pérdida de los tres lienzos deja un vacío difícil de llenar en el patrimonio artístico público italiano, que en arte moderno no está sobrado de joyas. El robo representa un duro golpe también para la reputación de los encargados de seguridad del museo, que poseía un sistema de alarmas no conectadas con comisaría de policía alguna, sino con la empresa de mantenimiento, y un circuito cerrado de televisión que estaba siendo revisado estos días. Por lo demás, la vigilancia nocturna está encomendada a un equipo de guardias -tres mujeres la noche de autos- que no llevan armas.
El robo fue una operación breve, apenas quince minutos, aunque los ladrones debieron estar horas en el museo antes de cometerlo. Todo empezó poco después de las diez de la noche, la hora oficial de cierre de los principales museos italianos desde hace unos meses. Tres audaces encapuchados, descalzos y con sendas pistolas, irrumpieron en la sala de guardia de la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, situada en el sótano del edificio. La hipótesis de los investigadores es que consiguieron burlar la alarma que protege esta sala siguiendo con todo cuidado los «espacios muertos» donde no opera la instalación eléctrica. Allí sorprendieron a las tres guardias de turno, las ataron y amordazaron, no sin antes obligar a una de ellas a que desconectara siete alarmas de seguridad.
Una vez completada la primera fase de la operación, los ladrones no vacilaron, fueron derechos al pabellón Cosenza, que albergaba transitoriamente La arlesiana y El jardinero, de Vincent Van Gogh, y La cabaña de Jourdan , de Cézanne, tres lienzos de poco más de medio metro cuadrado cada uno, colgados entre obras maestras de Monet, Degas y Courbet. Para redondear la jornada se llevaron también la recaudación del día -unas 100.000 pesetas- y unas cuantas entradas gratuitas. Las traumatizadas mujeres de guardia, encerradas en el baño, oyeron salir a los ladrones poco después de las once de la noche.
«Está claro que se trata de profesionales, tanto por la técnica utilizada como por las precauciones adoptadas», dijo ayer el comisario de policía de Roma, Antonio Pagnozzi. El general Roberto Conforti, comandante del grupo de carabineros encargado de la vigilancia del patrimonio artístico, consideró la hipótesis de que los cuadros hayan sido robados por encargo de alguna persona o para pedir un dinero por su devolución. Ayer se recibió una extraña llamada en la agencia de noticias Adnkronos anunciando que en un futuro próximo se informaría «de las condiciones incluso políticas» exigidas para recuperar las obras. La alarma del atraco no se dio hasta casi la una de la pasada madrugada, cuando el encargado del bar de la Galería, una pieza anexa al museo pero con entrada independiente, intentó en vano contactar con la sala de control antes de cerrar su negocio. Extrañado por la falta de respuesta, se dirigió al museo y comprobó asombrado que las puertas de entrada estaban abiertas. El encargado alertó entonces a una patrulla policial que circulaba por Piazza Cervantes y en compañía de los policías se aventuró en el edificio, donde descubrieron lo ocurrido.
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