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Zaida del Río muestra en San Pedro de Alcántara sus dibujos de inspiración surrealista y popular

Sus dibujos se forman como sueños: manchas de color sobre las que el pincel maestro de Zaida del Río va contando luego, como en trance, historias cotidianas que ante el espectador aparecen como un oráculo simbólico donde dioses, hombres, objetos, naturaleza o sexo se confunden en obras de impresionante fuerza plástica. Del Río, una de las pintoras cubanas contemporáneas más reconocidas internacionalmente, expone una selección de sus dibujos más recientes hasta el 19 de junio en la galería Akelarre de San Pedro de Alcántara (Málaga).

La pintura de la artista cubana es sobre todo una demostración de cualidades imaginativas, además del certificado de un talento en el dibujo fuera de lo común. "Bueno, ya tú sabes, allá en la isla vivimos a golpes de imaginación, ¿no? Lo que es cierto es que sólo cuando pinto o bailo me templo. Así que para calmar todas esas cosas que viven en mi cabeza empiezo con unas manchitas de color y luego va saliendo, sin saber bien qué, una historia concreta que quiero contar", explica la artista que acaba de recibir el Primer Premio de Pintura en la Bienal Teuri de Japón. La treintena de dibujos de mediano formato que componen esta individual de obra reciente de Zaida del Río, funcionan como fragmentos gráficos de un diario emocional. Los personajes, la mayoría femeninos -"siempre me pinto a mí misma", reconoce-, se transforman en seres mitológicos, en países y formas que contiene otras figuras, objetos, animales, raíces vegetales, en símbolos de la naturaleza en fusión con el ser humano, en afinidad con la cultura religiosa animista y sincrética de la isla caribeña. Su pintura, altamente original, se nutre en cualquier caso tanto de la tradición surrealista como de la pintura popular. Con el surrealismo tiene en común precisamente el cultivo de lo onírico y la escritura automática. Personajes mitad mujer, mitad pájaro, rostros que se funden en otros, una pulsión sexual continua en sus representaciones y la supresión en sus narraciones de todo elemento realista y de representación tradicional ratifican esa filiación. La influencia de la obra de artistas visionarios, por su carácter de escritura subconsciente, también se deja sentir en la vertiente surrealista de su obra. La pintura popular, llena de color y de la iconografía simbólica de la religión yoruba (diosas como Oxún o Yemayá, aparecen en sus cuadros) se aprecia en el trazo abigarrado de sus historias, llenas de una ingenuidad que contrasta con su barroca expresión plástica. Esas historias no son, en cualquier caso, fáciles de adivinar. Una extraña balanza que porta objetos -clavos, martillos, tijeras- sacados de un montuno del Septeto Nacional Cubano incluye en su fiel una mujer pájaro que se clava el pico en el pecho. Zaida desvela que "lo dibujé el mismo día que se murió Lola Flores y esa mujer es la Faraona: pinto mis boberías con las historias que me están pasando". Algunos de los próximos trabajos de la artista cubana se introducen en soportes y géneros diversos, desde la escritura al videoarte, pasando por la danza contemporánea, donde ha llegadao a ejercer como bailarina con el ballet Nacional de Cuba. Es el caso de su próximo libro Sólo he venido a volar, donde acompaña dibujo, poemas, prosas y fotografías de la autora desnuda con cabezas de pájaro, su icono preferido de autorrepresentación. También ha recibido el encargo de pintar un enorme mural en el Banco Financiero Internacional en La Habana, mientras continúa con muestras en Nueva York, México, Roma, Texas, Brasil, Egipto, Ecuador, España y Cuba y enorme reguero de premios. Su labor como ilustradora de libros y discos es reseñable. Discos de María Teresa Vera, Miguelito Cuní o la colección Semilla del Son con la que Santiago Auserón introdujo hace unos años en España la fiebre por la música tradicional cubana llevan su firma inimitable.

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