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Algo de Mondragón en el espacio

Durante 16 días, en medio del espacio, Rick Linnehan, Dave Williams y el resto de la tripulación del Columbia se fueron turnando para mantenerse en una situación de ingravidez mientras les lanzaban pelotas con el fin de grabar todos sus movimientos, las reacciones de su corazón, músculos, cerebro. Miles de kilómetros por debajo, en el Centro de Investigaciones Tecnológicas Ikerlan, integrado en Mondragón Corporación Cooperativa, se celebraba el éxito del experimento: los profesionales de este espacio puntero en la investigación tecnológica participaban en este proyecto, llamado Kinelite, e impulsado por la Agencia Espacial Francesa. No es la primera vez que Ikerlan trabaja en la fabricación de estructuras electrónicas con las que se realizan experiencias en el espacio. En 1990 emprendieron su colaboración con la Agencia Espacial Francesa en el proyecto Ramsés, que esta vez se realizó en la estación espacial rusa Mir: El objetivo, la consecución sintética de interferón, sustancia natural que segregan las células para defenderse del ataque de un virus. "En aquella ocasión entramos en el proyecto porque una empresa española que habían contratado para ello se echó para atrás. No era la primera vez que trabajábamos en asuntos espaciales, pero hasta este momento siempre lo habíamos hecho desde la Tierra", explica Alberto Ruiz de Olano, uno de los ingenieros que más se ha volcado en la vertiente espacial en Ikerlan. Este trabajo que se terminó en 1993 y voló en 1994 fue excelentemente acogido por la Agencia Espacia Francesa, que volvió a contar con Ikerlan en el proyecto Kinelite, centrado en un asunto más práctico y en el que la aportación del centro de Mondragón ha sido menor, aunque más sofisticada. Su tarea ha sido fabricar las tarjetas electrónicas de la unidad de visualización con la que se han recogido los movimiento de los astronautas en ingravidez cuando les tiraban las pelotas. "La NASA es muy exigente con los materiales y la calidad de los productos que van a viajar en su nave; muchísimo más que la estación rusa Mir", indica Ruiz de Olano, para quien el trabajo que han desarrollado en el espacio puede avanzar interesantes conclusiones sobre la posibilidades del hombre para moverse en unas condiciones a las que no están acostumbrado los mecanismos básicos que están en el cerebro desde hace cientos de miles de años.La mano del robot Los investigadores de Ikerlan que se dedican a los proyectos espaciales no salen de uno para entrar en otro. En estos momentos ultiman la fabricación de la mano del robot que recorrerá la Luna en el año 2000, dentro de una iniciativa de la Agencia Espacial Europea (ESA) que estaba pensada para Marte. La mano -más parece una garra- del robot ya está prácticamente terminada y sus cometidos los realiza a la perfección, como comenta María Eugenia Inurrieta, una de las responsables de Ikerlan en este campo. "Ahora sólo nos queda enviar nuestra parte a Toulousse, donde tendrá que ensamblarse con el resto del robot, tarea en la que se empleará por lo menos un año". A partir de entonces, este ingenio espacial, que es capaz de reconocer por sí mismo el terreno y elegir el camino más conveniente, estará dispuesto para la siguiente aventura espacial de Ikerlan.

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